En el Museo Memorial del Holocausto de EE UU está grabado un poema que se atribuye a Bertolt Brecht, pero que pertenece a un pastor luterano alemán llamado Martin Niemoller. «Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. ... Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí». En el momento en que se publicó, la intencionalidad del autor era dirigirse a los intelectuales alemanes que con su cobardía, amén de otros factores, permitieron que los nazis llegaran al poder prácticamente sin oposición.
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Salvando las distancias y el peso del horror de aquellos años, muchos días pienso en ese poema tan vigente como la 'República' de Platón que invita a reflexionar sobre la indiferencia, ese mal de muchos y consuelo de todos. Carlos San Juan, un hombre de 78 años, ha iniciado una campaña para llamar la atención sobre el maltrato de los bancos a sus usuarios, especialmente a los de más edad. «Soy viejo, no idiota». Es una frase que empieza a sonar en los medios de comunicación y que debiera detenernos el paso a todos cuando tomamos decisiones sin tener en cuenta a ese colectivo sin voz y con pocas opciones al que llegaremos con suerte si no nos extermina la economía.
Yo también estoy llegando a esa edad en que me puede pasar por encima la realidad virtual y su puesta en escena con el ya cercano metaverso. Las ideas de esas ciudades virtuales donde se cotiza el arte como en Sotheby's tienen toda la pinta de dejarme fuera de ese mundo sin textura y que hace millonarios a jóvenes que viven en otra dimensión. Me acerco a esa edad en la que necesitaré los brazos, los ojos y los oídos de otros, pero eso no implica que no pueda vivir mi vida acorde a mi historia.
La informática no tiene alma, y los bancos tampoco. Pero a veces también parecen carecer de ella algunos funcionarios de Hacienda, empleados del ayuntamiento o esos vigilantes que parece que han sido seleccionados en la sección de amantes de bulldogs. Nadie se libra de padecer la estupidez o la crueldad de los desalmados, pero reconozcamos que con la edad la afrenta hace diana con más facilidad puesto que somos vulnerables. En muchas sociedades, las personas de edad se convierten en órganos de consulta, personas venerables a las que el tiempo ha mostrado la verdad del relicario. Pero parece que aquí estamos lejos de ese sueño y de que la banca deje de pensar en sus beneficios.
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