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Es poco sensato dar por sentado que Pedro Sánchez perderá las próximas elecciones. Parece lo más probable, desde luego. Pero el actual líder del PSOE es un superviviente nato, al que hasta ahora ha sonreído la fortuna en los momentos decisivos (la famosa baraka), de ... modo que, si existe una posibilidad de carambola que le salve, no hay que descartar que la consiga. Y una de esas carambolas posibles, por cierto, sería que Vox obtuviera resultados demasiado malos, por debajo de los de Sumar, lo que complicaría a Núñez Feijóo obtener la mayoría suficiente para formar gobierno. En escenarios pluripartidistas, la apelación al voto útil conviene hacerla con mucha cautela.
Una de las razones por las que Sánchez es un superviviente es porque no tiene pudor, por decirlo diplomáticamente. Le hemos visto estas semanas de gira por radios y televisiones jugando el papel de víctima acosada por una prensa hostil y conservadora. Sabíamos que el cinismo es una de las cualidades políticas del presidente, mucho más eficaz de lo que a menudo se quiere reconocer, pero su desparpajo nunca deja de sorprendernos.
El Goliat que se ha beneficiado de la más poderosa armada mediática (El País, Ser, Eldiario.es, Público, Infolibre… con apoyos también en Cuatro o Telecinco), y la más militarmente engrasada, además, hasta el punto de funcionar como un solo hombre en tantas ocasiones, y desde luego ahora, pretende convencernos de que es un humilde David enfrentado a los poderosos. Hay que recordar que las televisiones españolas ocultaron púdicamente a sus espectadores que España ocupó durante muchas semanas el primer y segundo puesto mundial del 'ranking' de muertos por Covid, mientras sus periodistas se esmeraban en contarnos lo mal que lo estaba haciendo Trump, que estaba en el puesto 20.
Hemos descubierto también lo mucho que le duele la expresión 'sanchismo' que vincula a una campaña de deshumanización de su persona. Pero en materia de tratar a los demás como monstruos (o fascistas, tanto da) nadie puede superar a los suyos. Muchos de ellos no dudarían en colocar una estrella de David a sus odiosos enemigos políticos si pudieran. Por mucho que ahora quieran envolverse en la bandera de Bertolt Brecht.
Hay que recordar que la expresión 'sanchismo' es, en realidad, una benévola concesión al marco mental socialista ('PSOE 'state of mind') del que habla el filósofo Miguel Ángel Quintana. Lo que la palabra 'sanchismo' pretende es salvar al PSOE de los desmanes de su actual líder, alimentando la ficción de que las actuales élites están traicionando al partido de Felipe González. Pero la verdad del partido son sus bases y éstas están con Sánchez.
La izquierda española está aquejada de un 'tezanismo' mental que les impide ver la realidad como es. Del mismo modo que el responsable del CIS monta sus encuestas para que digan lo que le conviene, con total impunidad, la izquierda mediática y cultural construye sus relatos de justicia, derechos y progreso social en medio de un escenario de cadáveres que tiene como víctimas principales a los principios democráticos y a las clases medias y bajas.
Seguramente, pocos lo consideren importante, pero el mayor ataque a la democracia de toda nuestra historia reciente lo perpetró este Gobierno al asegurar que el Parlamento está por encima de las leyes, lo que sin duda es el sueño húmedo de cualquier totalitarismo blando a la venezolana. Pero ahora quieren convencernos de que lo grave es la retirada de una mediocre versión de una obra de Virginia Woolf. Y quizá lo consigan.
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