La actriz Ana Obregón. Efe
Fuera de campo

Ana Obregón la lía (sin querer)

«Estamos tan acostumbrados a romper los límites de lo biológico que no faltarán quienes celebren que la gestación subrogada nos ayude a quebrantar otro más»

Sábado, 1 de abril 2023, 00:01

La gestación subrogada ya tiene su 'caso Ramón Sampedro' y se llama Ana Obregón. Toda transformación de nuestra forma de ver el mundo, especialmente si afecta a convicciones profundas y asentadas sobre lo humano, necesita de una historia emotiva que funcione como palanca para hacer ... saltar los candados de la prudencia. Y Ana lo ha logrado; sin pretenderlo, porque ella sólo quería arreglar lo suyo, su desgarradora pérdida personal. El 'caso Obregón' tiene todos los ingredientes para abrir un debate sobre la gestación subrogada que no encontraba el modo de saltar a escena. Aquí tenemos el drama, perfectamente comprensible, de una madre que pierde prematuramente a su único hijo, Alex Lequio. Pero también el deseo del hijo de dejarle a su madre algo que pueda paliar ese vacío: en este caso, su propio semen, con el que concebir otra vida que, más allá de lo que conste es registro, será para Obregón un nieto. Y, en todo caso, un recuerdo viviente del vástago perdido. Y eso sólo es posible lograrlo mediante el recurso a un vientre de alquiler.

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La historia es poderosamente emotiva y obliga a intervenir en el debate desde el respeto: es imposible no entender las razones de Ana Obregón. Pero hay que insistir, una y otra vez, que una cosa son los deseos y otra los derechos, aunque a menudo se confundan. Y recordar que este caso, justamente por su fuerte carga emotiva, puede cegarnos respecto de lo que está en juego. Y es que, más allá del anhelo entendible de una madre rota, hay al menos dos realidades que, por estar fuera de foco, podemos estar tentados a menospreciar: la existencia de otra madre cuyo cuerpo ha sido usado como incubadora, y la evidencia de que el bebé ha sido concebido de un modo que violenta los cauces naturales.

Estamos tan acostumbrados a romper los límites de lo biológico que no faltarán quienes celebren que la gestación subrogada nos ayude a quebrantar otro más. Pero deberían pensarlo dos veces. Es verdad que hemos cometido ya tantas tropelías contra el 'ecosistema humano' que esta parece sólo una más. De hecho, cada una de las anteriores sirvió de palanca para la siguiente. Y nadie debería dudar de que la gestación subrogada, si se extiende, facilitará el que las generaciones futuras acepten con naturalidad la gestación en úteros mecánicos, si la tecnología llega a permitirlo, lo que no puede descartarse de ningún modo. Lo que está en juego aquí, y es algo que va más allá de que la madre gestante reciba dinero o no, es la ruptura premeditada y programada del vínculo físico y psicoafectivo entre madre e hijo. Ese vínculo desaparece, desde luego, cuando la madre muere en el parto, o cuando el hijo es dado en adopción, pero no son realidades comparables. La primera es una catástrofe, y la segunda, un mal menor: ante la evidencia de una vida en marcha, y que la madre no se ve capacitada para gestionar, lo salva al menos de la muerte, del aborto, y le da una oportunidad.

En la gestación subrogada la vida no irrumpe abriéndose camino, sino que, al contrario, es programada y concebida con procesos tecnológicos. Recibe el trato de una mercancía, sometida a controles de calidad (de la madre y la gestación), pero también a garantías comerciales, pues la mujer gestante no puede arrepentirse y quedarse con el hijo. El vínculo madre/hijo, tan consustancial a la experiencia humana, pero también a su simbolización cultural, se hace pedazos en nombre del deseo de un tercero, gracias a la mediación de la tecnociencia y el dinero. Creer que esto no tendrá consecuencias es temeridad.

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