Que nos volvamos a ver

Recuerdo que unos días antes de aquel fatídico 22 de noviembre me enviaste por correo electrónico una noticia que hacía referencia a Valle Inclán. Sabías muy bien la pasión que sentía por el genial gallego gruñón y la de veces que habíamos hablado de ello. En mi recuerdo permanecerá siempre el viaje mágico y alucinante que disfrutamos en México, juntos casi las 24 horas del día. Ni te imaginas lo que me acuerdo de aquellos días, compartiendo micheladas, comidas picantes, risas, libros y aventuras de todo tipo mientras nos perdíamos en la vastedad del viejo imperio azteca. Platicando de las leyendas mexicanas, de sus viejas dinastías y de sus dioses crueles, un día te comenté que Valle Inclán había decidido irse a México porque «México se escribe con una x». Cosas de Valle, dijiste tú. Él también, como nosotros, se empapó de los olores y colores de Tierra Caliente y descubrió, como nosotros, los efectos alucinógenos del cáñamo índico, aunque en nuestro caso nos conformamos con los efectos juguetones del tequila que nos permitía, entre risas, imitar mexicanismos y acentos mientras nos sentábamos en la silla eléctrica del DF con unas buenas micheladas en bandolera. Ahorita lo único que pienso es que me vale reverendo cacahuete lo que pase a mi alrededor y que esto no se hace a quien te quiere bien. Nos dejaste las pelotas por el piso, carajo, y ya es demasiado tiempo sin vernos, güey. Eso sí, los barriopetrinos sabemos que todas las primaveras viene la muerte y levanta las cortinas.

En fin, que por aquí seguimos llevando piedrecitas de una esquina a otra de la casa del poema, pero ya nada es lo mismo, así que no dejes que la oscuridad se instale en este mundo tan vacío sin ti. Querido José Manuel, te vuelvo a repetir lo mismo que te dije aquel nefasto día. Feliz viaje por las estrellas, amigo. ¡Que nos volvamos a ver!