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Justo ahora hace 70 años, en septiembre de 1954, se estrenó 'La ventana indiscreta'. Ese mismo mes la cinta de Alfred Hitchcock se presentó en el Festival de Venecia. Allí compitió con peliculones firmados por Fellini, Elia Kazan, Buñuel, Mizoguchi, Visconti o Kurosawa. Ninguno se ... llevó el León de Oro. Lo hizo una descafeinada versión de Romeo y Julieta. El que una joya absoluta como 'La ventana indiscreta' se fuera de vacío es un crimen. Estamos hablando de una de las mejores películas del maestro del suspense, que es tanto como decir una de las mejores películas de la historia.

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Basada en un relato de Cornell Woolrich, Hitchcock consiguió el milagro de convertir al espectador en el auténtico protagonista. Porque, ¿quién es James Stewart, el voyeur que espía a sus vecinos, sino un trasunto del propio espectador? ¿No somos mirones todos los que acudimos al cine a espiar vidas ajenas? El ojo como cámara y el disfrute de mirar sin ser pillado. Jeffries (el personaje que interpreta James Stewart) buscando una forma de escapar de su vida, de evadirse. ¿No es eso el cine? «Aquí yacen los huesos rotos de J.B. Jeffries» podemos leer en la escayola que cubre la pierna del protagonista. Seis semanas lleva encerrado sin otra cosa que mirar por la ventana. Está aburrido. Nada le parece excitante. Todos los días son miércoles y el calendario está lleno de ellos. Si alguien no le saca de ese pantano de aburrimiento amenaza con hacer algo drástico, por ejemplo, casarse. Sin embargo, en la última semana depresiva con yeso cree descubrir un asesinato. Jeffries ha dejado de ver a la mujer del edificio de enfrente. Desconfía de su marido. Piensa que no tiene una mirada ordinaria. Es el tipo de mirada del hombre que teme que alguien lo vigile. Además, ¿por qué un hombre saldría de su apartamento tres veces en una noche de lluvia con una maleta? Jeffries empieza a pensar cosas raras: ¿Cómo empezarías a descuartizar un cuerpo humano? Hay que decir que, más allá de la intriga criminal a la que Hitchcock nos tiene acostumbrados, dos grandes temas planean sobre el film.

El primero es el de las relaciones de pareja. En ese microcosmos del patio de vecindad que espía Jeffries tenemos de todo. La señorita Corazón Solitario que finge citas, el matrimonio que duerme en el balcón y que centra todo su amor en su perro, los recién casados, el pianista borracho, la bailarina de ballet rodeada de pretendientes que espera a su novio militar y, claro, el matrimonio que acaba en asesinato. Las relaciones de pareja nunca han sido fáciles. Que se lo digan a los dos protagonistas. Y es que antes conocías a alguien, te gustaba y te casabas. Ahora se psicoanaliza a la otra persona hasta que no se distingue entre una relación amorosa y unas oposiciones al Ayuntamiento. James Stewart es un pobre fotógrafo que vaga por el mundo y Grace Kelly pertenece a la atmósfera enrarecida de Park Avenue, con sus restaurantes caros y sus fiestas de cóctel. Él piensa que ella nunca podría vivir sin sus vestidos de alta costura y su langosta para cenar. ¿Puede tener futuro esa relación?

En fin, el segundo de los grandes temas planteados es el de los límites de la privacidad (todo esto mucho antes de las redes sociales). Para entonces ya nos habíamos convertido en una raza de mirones. La película reflexiona sobre si es lícito observar un mundo secreto y privado, fisgonear en la intimidad de las personas, especular con que algo siniestro puede ocurrir detrás de las ventanas. Cuando a Jeffries, convertido ya en una metáfora del propio espectador, le preguntan si es ético observar a la gente con prismáticos se disculpa con aquello de no saber mucho sobre ética de ventanas.

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Pues eso, 'La ventana indiscreta', una obra maestra absoluta. Lo pregunta Thelma Ritter en la película: '¿Hay alguna forma bonita de contar un asesinato?'. Hitchcock nos demostró que con él todo era posible. Aunque no le dieran el León de Oro. Para compensar Almodóvar se trae el suyo en esta edición. Buñuel y su 'Belle de jour' ya tienen compañía.

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