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Hay gente que cuando escucha eso de «la controversia de Valladolid» piensa, como mucho, que se refiere a la polémica de Pezzolano sí o Pezzolano no. O algo por el estilo. La mayoría no tiene ni idea de lo que significa. Ni aun estudiando en ... la Universidad de Valladolid nunca nos hablaron de uno de los sucesos más importantes y trascendentales de toda la historia. Y sucedió aquí, en el Colegio de San Gregorio de Valladolid. Eso da idea de la desafección y el desdén que tenemos en esta tierra por nuestra propia historia. Para compensar de alguna forma este constante repudio por lo propio se ha estrenado 'La controversia de Valladolid: El amanecer de los derechos humanos'. Esta película, obra del cineasta Juan Rodríguez-Briso, viene a complementar al film francés de 1992 que es cuando muchos nos enteramos de lo que había sucedido al lado de nuestra casa hace casi cinco siglos.
Fue entonces cuando, por primera vez en la historia, se debatió sobre los derechos humanos y la dignidad del hombre. Habían pasado ya más de cincuenta años desde el descubrimiento de América (las Indias del Oeste que algunos llamaban ya Nuevo Mundo) y tras las repetidas denuncias de los dominicos sobre el maltrato que se estaba dispensando a los pueblos indígenas se generó un intenso debate de raíces filosóficas, jurídicas y teológicas que culminó en la celebración de lo que se llamó «la controversia de Valladolid». Aquí se reunieron un puñado de hombres para discutir, por orden del emperador Carlos V, si la conquista era lícita, si emplear la guerra con el fin de adoctrinar y propagar el Evangelio era justo y si los indígenas estaban recibiendo un trato humano. Por un lado, Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los indígenas, apostaba por una evangelización pacífica. Para él todo imperialismo era injusto y los indios, como vasallos libres de nuestra corona, tenían personalidad jurídica y los mismos derechos que el resto de los españoles. Por el otro, Ginés de Sepúlveda, valedor de los derechos de los encomenderos, defendía la legitimidad de la conquista y la obligación de evangelizar a los que consideraba auténticos salvajes, capaces de adorar a peligrosos ídolos y de hacer incluso sacrificios humanos. Para él, ídolos como la Serpiente Emplumada eran una auténtica ofensa a Dios y había que proteger a los indios de sus despiadados caudillos. Las conclusiones del intenso debate resultaron ambiguas (los dos bandos se creyeron vencedores en la disputa) pero sirvió para que, por primera vez en la historia, se hablara de la dignidad del hombre y de lo que hoy conocemos como derechos humanos. Sirvió también para que, en plena conquista, un reino se planteara lo nunca visto hasta entonces: la legitimidad moral de sus ocupaciones. De hecho, Carlos V llegó a firmar de su propio puño y letra, en Valladolid a 16 de abril de 1550, «que se suspenda la conquista».
Aquello fue un largo proceso que se explica muy bien en la película de Rodríguez-Briso. Ya en 1503 Isabel la Católica había firmado una Real Provisión para otorgar protección a los indios a los que consideraba personas libres y no siervos. Antes del debate en Valladolid, se había aprobado el matrimonio interracial y se habían firmado las Leyes de Burgos y las Leyes Nuevas de Barcelona, en las que se detallaba cómo se debía tratar a los indígenas, eso sin olvidar el famoso sermón de Fray Antonio de Montesinos, primer grito de libertad que se escuchó en América. Gestos, leyes y reivindicaciones que ni se plantearon el resto de los países que pusieron sus zarpas en el Nuevo Mundo. Por no hablar de otros inhumanos imperialismos, desde la Inglaterra de la India hasta la Bélgica del Congo (esto ya en pleno siglo XX). «La controversia de Valladolid» no puso fin a los abusos, pero al menos se convirtió en la cuna de los derechos humanos.
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