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Manuel Sierra. Rodrigo Jiménez
El combate del centauro
El faro de Aqualung

El combate del centauro

«Sierra siempre ha sido un lujo para Valladolid, una plaza que, como bien es sabido, nunca se ha distinguido por mimar a la gente de casa»

Sábado, 30 de septiembre 2023, 00:35

Todo el verano hemos disfrutado en Valladolid de una magnífica exposición de impactante e ilustrativo título: 'El combate del centauro. Sociedad, juego y subversión'. La excusa era el 45 aniversario del I Congreso de CCOO, aunque sobra decir que no necesitamos ninguna excusa para degustar ... una exposición de Sierra. Una escogida colección de sus famosos carteles (en concreto 208 de los casi mil que el artista ha producido a lo largo de su carrera) junto a los libros ilustrados por Sierra ha permanecido expuesta en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid hasta hoy mismo. Una ocasión única para enfrentarnos al espejo de nuestra vida y para tropezarnos con una buena parte de la memoria colectiva de estos últimos 45 años. Y es que, además del innegable valor artístico de los carteles, lo que nos encontramos es con un catálogo inmejorable de los movimientos sociales y culturales que han protagonizada la vida pública de Valladolid en estos años. Sierra, como buen observador, siempre ha sido un contador único de historias y de lugares, aplicando como nadie el oído a la sociedad («pintar es escuchar», apuntala Sierra). Y para ello el cartelismo, con ese algo de periodístico que tiene, constituye el vehículo ideal para captar la atención y para llegar más y mejor a todo el mundo. El cartelista, de hecho, tiene que estar conectado con la realidad de la que va a hablar. Y nadie mejor que Sierra para esa cruzada. Nadie más comprometido en cuestiones sociales, nadie más generoso a la hora de defender todo tipo de causas, nadie más dispuesto a lanzarse al ruedo, volver al circo (el circo como un salto al vacío) y protagonizar todas las peleas sociales que se le pongan por delante con el fin de alcanzar un mundo más justo. Porque si pintar es escuchar, pintar es también una forma de mirar y de tomar el pulso a la sociedad. De ahí que, junto al terremoto sublime del dibujo (Sierra siempre ha sido un extraordinario dibujante y, de hecho, el dibujo constituye la razón de ser fundamental de su obra) encontramos el mensaje necesario y pertinente. «No quiero innovar, sino comunicar», señala el pintor de las palomas con los colores de la bandera republicana. Comunicar, por ejemplo, mensajes que dan idea de su compromiso: «Ningún ser humano es ilegal», «Parar las agresiones a mujeres es una obligación social» y un largo etcétera. Como dice otro de sus famosos carteles «la lucha continúa». Sierra ya ha dejado bien claro que como pintor busca las claves para conseguir un mundo más hermoso y más armónico, pero también aspira a conseguir un mundo más justo. Todo cabe en el universo de Sierra. Lo hemos podido comprobar en esta magnífica antología de sus memorables carteles. Carteles contra la xenofobia, a favor de la escuela pública o del juguete no sexista, la reivindicación de la tierra que pisamos, la defensa de la naturaleza, el día del árbol, la fiesta de la bici, el día de la mujer, las carreras populares, congresos diversos, las ferias y fiestas, las asociaciones de vecinos, las obras de teatro (Salvemos al teatro Zorrilla con don Juan Tenorio espada en ristre y Valle Inclán on fire), los festivales de jazz y, por supuesto, la Seminci, con algunos de los carteles más memorables de toda su historia, en especial el de los míticos labios rojos convertidos ya en un icono no solo del cine sino de la propia ciudad. Sierra siempre ha sido un lujo para Valladolid, una plaza que, como bien es sabido, nunca se ha distinguido por mimar a la gente de casa. Pues eso, que el verano pucelano ha sido de Sierra. Había que decirlo y se dice.

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