¿De verdad no pasa nada?

La última evidencia de esa situación, de ese malquerer autonómico, llega desde El Bierzo. Es cierto. Esa zona de la provincia de León nunca ha empatizado con la capital y su frontera, el Manzanal, marca un estilo singular y personal de ver la vida en lo económico y en lo social. Los bercianos y 'lo' berciano tienen un punto de singularidad de innegable condición. Darle la espalda solo es otro error, un punto y seguido en la larga lista de problemas territoriales más entendidos y nunca solucionados.

Hoy, esa comarca se ha lanzado a una carrera que, encajando en lo administrativo, evidencia la incomodidad que soporta. Con el apoyo del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), un partido tan localista como Coalición por el Bierzo (PB), hará llegar al parlamento gallego una Proposición No de Ley para debatir las opciones de adherir El Bierzo a Galicia. Sería su quinta provincia.

No nos hay que engañarse, en lo sentimental –un término demasiado etéreo que permite todo tipo análisis– el encaje autonómico de El Bierzo sería mucho más cómodo por la vertiente gallega, a la que sus gentes se sienten unidas en lo territorial y en lo cultural, algo que ni León, ni Castilla y León les puede ofrecer.

El debate, alimentado con intensidad en las últimas semanas, deja ver las enormes tensiones que se soportan en una comunidad mal trazada, mal alineada y mal estructurada, especialmente fracturada además por su zona norte. Una comunidad mal desarrollada desde su seno, también.

¿De verdad no pasa nada cuando una amplia zona provincial, con sus 38 municipios y conformada en 1991, pide hacer la mudanza para marcharse a Galicia? Si acaso, y como lectura menor, lo que El Bierzo querría visibilizar es un toque de atención a una comunidad que asegura, de forma irreal, haber invertido millones de euros en una reconversión minera envuelta en la sospecha y desde luego que poco o nada ha participado en el desarrollo real de la comarca.

El Bierzo se lamenta con razón, son años de espera para un maná que jamás ha llegado, y la situación jamás ha dejado de empeorar. Sus razones, sus argumentos, son los mismos que se exhiben por parte de los leoneses, por el resto de los leoneses, frente a un centralismo disparatado que ha llegado a convertirse en el mayor cáncer de la comunidad.

Esa sensación de olvido social, económico e industrial, certificada por los datos estadísticos, sirve de abono para un sentimiento cada vez más extendido y cada día más evidente. Tan difícil es argumentar la miseria como justificar la presencia en la cola de la actividad industrial a nivel nacional.

Queda conocer quién será el último en percibir esa realidad, en descubrir que los cimientos no son tan firmes, que la comunidad se consume por el centro, precisamente desde donde debería renacer.

Y los citados no son los únicos casos que están sobre la mesa. Treviño insiste en mirar hacia el norte y por el sur hay quien ve un encaje exterior como solución a sus problemas.

Habrá un punto, un instante, en el que se debería afrontar un problema de todos que solo se solventa con el consenso entre todos. El Bierzo, León, Treviño... ¿De verdad no pasa nada?