![El verano, las fiestas, el homenaje](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202007/17/media/cortadas/1426147670-kJN-U110818278608vQB-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Para el Ejecutivo ha sido suficiente la breve remembranza de Estado de ayer, con inflamada ofrenda votiva a los veinte mil, treinta mil o cuarenta mil fallecidos, que todavía no existe acuerdo sobre el particular en esta España fina y contable; y así andamos con ... una estadística de mortandad apócrifa y según quién. En el patio de la Armería del Palacio Real, un emocionado y emocionante Hernando Fernández Calleja recordó a su hermano, el gran José María, pidió compasión y dijo que «la memoria es un deber». Fue, con diferencia, junto a la intervención de la enfermera Aroa López, lo mejor del funeral, el punto de apoyo emotivo a tanto discurso a baja temperatura de esta 'new age'. Los Calleja son una raza de periodismo que continúa en Alejandra, la hija de Hernando, que es un amor y sabe mucho de arte, de los alargamientos de Giacometti al Harlem profundo de Berenice Abbott. Como su padre y su tío.
El estío y el contagio avanzan, de manera que en la ceremonia civil, salvo en los contritos familiares de los fallecidos, se adivinaba una falta de convencimiento en la clase política, que sentía sin sentir y buscaba a la salida las alcachofas plantadas en Bailén por los chicos de la prensa para regarlas con el discurso, el argumentario, las propagandas, las microgotículas… que vienen a ser lo mismo. Esta urgencia y estas prisas para un parvo recuerdo de la magnitud de la hecatombe poblacional, consecuencia de la lentitud y el retardo, a muchos no nos parecen de recibo, porque este duelo exigía otra cosa y otra liturgia más extensa y pormenorizada, con nombramiento de los caídos. Pero como tantas otras cosas del país, que funciona de milagro y a medio gas, como la creación de empleo, la respuesta rápida a la emergencia o el apoyo a la ciencia. Así que la preocupación por el desarrollo del país es escaso, y el ladrillo creciente, imparable y ostentoso, como siempre.
Los Calleja hacían un periodismo profundo y conciliador, de tinta vieja mojada en Larra y folio joven y transicional, cuando la prensa era importante. Pero ahora toca otra cosa: muchachitos de escaño fácil, marquesitos de Génova, Ferraz y Princesa, la codicia debajo del traje, con los ojos pequeños y huidizos. Porque mi querido José Luis de Vilallonga lo dejó todo escrito hace casi veinte años en 'La rosa, la corona y el marqués rojo', aunque la historia se nos repita ahora como sucedáneo, porque la que él cuenta en sus memorias no autorizadas es de verdad. Hoy, el españolito piensa que el luto es una cosa antigua, beata y de pebetero, y pide fiesta de playa y la sangría con mucho hielo, por favor. Que es exactamente lo que todos estos le/nos van a dar, amore.
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