Venecia, un viaje a la belleza

Esta Venetia romana sirvió de lugar de veraneo a los ricos habitantes de las colonias romanas. A raíz de la división del imperio, quedó Bizancio, siendo gobernada por el dux. En 828 se traslada a Venecia el cuerpo de San Marcos procedente de Alejandría, lo que dio lugar a la construcción de la basílica dedicada al santo convertida en la identidad veneciana. Poco a poco consigue controlar todo el mar Adriático, se independiza de Bizancio y a partir del siglo XII, se preparan las bases para competir con Pisa y Génova. Cuando los turcos se apoderan de Bizancio, Venecia cae tras perder el comercio, volviendo a ser fuerte en 1423 bajo el mando de Francesco Foscari, extendiendo su poder desde el Po a los Alpes, conquistando por el este Istria y Dalmacia.

Josep Pla, en 'Cartas de Italia', describe de manera única cada una de las regiones de Italia consciente de que este país ofrece reflexiones sobre esta tierra, sus gentes, su paisaje. De Venecia afirma: «Bello retazo de vida cuyo latido es cada día más fuerte y dominante, donde la mirada queda fascinada por su cielo y su bello deambular por calles y palacios». Sus aguas nos acarician siempre, sus paisajes, como afirma Beltrand Russell, llenan nuestro ocio de manera inteligente, y es que Venecia es una categoría poética donde la historia quedó atrapada en los viejos marcos de una fotografía.

Especial atmósfera de la ciudad, conjunción de agua, cielo y arquitectura cuya conexión se realiza a través del Puente de Rialto mediante góndolas o botes, esta estructura determina la verdadera esencia de ser veneciano. A lo largo del Canal se despliega un panorama único de arquitectura veneciana de los últimos cinco siglos, y es que las familias vénetas competían a la hora de construir palacios, entre los que destaca Vendramin, del año 1500, obra de Mauro Codusssi realizado en las formas más puras del Renacimiento, incluyendo las antiguas ventanas góticas de armonioso aspecto. En este palacio falleció Richard Wagner en 1883. En la actualidad alberga el Casino.

Byron, Chateaubriand, Mosset, Barrés y D'Annunzio habitaron algún tiempo en este palacio.

El Campanile domina San Marcos, que visto a la hora del crepúsculo refleja un color rosado, a veces convertido en un incendio suave dentro de un polvo de oro. El cielo aparece como un velo mientras un juego de luces en las aguas nos trae la dulzura de la brisa y nosotros nos perdemos en el horizonte, algo mágico, suspendido entre cielo y tierra, encanto único que la hace ser la ciudad más bella del mundo. El aire parece pura seda acariciadora. San Giorgio, Santa María della Salute, el gótico, románico, bizantino ofrecen un color rosado, ocre, teja, verde de las ventanas, barcazas que van y vienen junto a los palos de las góndolas del color del vino de Borgoña.

Luca Goldoni es el hijo más famoso de la ciudad, autor de casi doscientos textos teatrales que diseñan el ambiente característico de sus gentes, mientras supo renovar la Commedia dell'Arte dándole una dignidad de expresión universal. La vida cotidiana del siglo XVIII quedó reflejada en unas piezas llenas de humor cuyo objetivo era hacer reír y disfrutar.

La idea de cómo era la ciudad ha estado siempre mediatizada por los pintores paisajísticos del siglo XVIII, tan apreciados por los viajeros europeos del Grand Tour, en muchos casos británicos, que emplean por doquier luces y sombras y una gama de colores como ocurría con la obra de Antonio Canal ´Canaletto´, quien entre 1697 y 1768, estudioso de la perspectiva y el continuo movimiento, inmortalizó la ciudad. Posteriormente, entre 1780 y 1790, Guardi documenta sus obras centrándose en la luz y el color, plasmando en sus cuadros los colores del agua y el colorido de los días de niebla que proporcionan gran serenidad.

Venecia hoy está en peligro. La República sobrevivió a invasores y tiranos, pero la ciudad de los canales no podrá hacer frente más tiempo al azote de la invasión de turistas, corriendo el riesgo de perder la denominación de Patrimonio de la Humanidad. Nos preguntamos cuánto podía resistir la Serenísima los treinta millones de turistas al año, poco a poco se va despoblando: apenas 55.000 habitantes.

En 1792 se inaugura la Fenice, gloria de la italianidad y símbolo de la ciudad que, en ocasiones, compite con la Scala de Milán. Desde aquel 421 en que se funda Venecia alrededor de la Iglesia de San Giorgio de Rialto, llegan a ella prófugos de las comunidades vénetas: Aquileia, Concordia y Altium entre otras, víctimas de saqueos e incendios de parte de los visigodos de Alarico, los hunos de Atila y los ostrogodos de Teodorico, a los que añadimos el núcleo de la isla de Torcello que se desarrolla alrededor de una pequeña ermita donde se refugian gentes procedentes de la división del Imperio Romano de Occidente.

La historia de la República de Venecia es brillante, hasta que en 1796 Napoleón decreta el fin de la misma estregándola a Austria, de la que dependerá hasta la unificación.

Tintoretto, Bellini, Tiziano, el Veronés, Botticelli, Palladio y Sansovino dejan su impronta en la ciudad y en sus muchos palacios, denominados en dialecto veneciano Cá, abreviatura de casa, más modestos que los de Roma, Milán y Florencia.

Sus viejos cafés, como el Florian y el Guadri, acaban de cerrar sus puertas, todo un símbolo, ya que el primero simbolizó la resistencia a Austria; el segundo, la adhesión.

Venecia de ayer, hoy y siempre, ciudad única a la que desde aquí deseamos feliz cumpleaños.