Veinte años de arte contemporáneo del Patio Herreriano

Este mes de junio se cumplen 20 años desde que se abrió el Museo Patio Herreriano y desde entonces ha experimentado una brillante evolución. En aquel tiempo primigenio, el museo imprimía a Valladolid una nueva prestancia de modernidad en el ámbito cultural. De hecho, Valladolid entraba en el circuito de museos de arte contemporáneos que se pusieron tan de moda en posos años, con un gasto público desmesurado. Sin embargo, en este caso, nos ha dejado una joya arquitectónica que posiblemente sea bastante desconocida en nuestra ciudad.

Estoy convencido que todo aquel que vaya a dar una vuelta por el museo, y recorra sus salas, se dará cuenta en seguida de que se tratade un espacio único, que permite conocer nuevas experiencias a través de sus espacios y de los diferentes artistas que exhiben sus obras, con planteamientos diversos y originales. Es, además, un remanso de paz.

Valladolid tiene tradición museística. El Museo Nacional de Escultura siempre ha sido considerado el mejor del mundo en escultura policromada y la Semana Santa vallisoletana constituye una exhibición de arte que discurre por sus calles con inmenso prestigio internacional. Además, cuenta con el Museo Oriental y otras alternativas diferentes, incluso a través de las pocas galerías de arte que sobreviven y que han propiciado fenómenos tan maravillosos como el Grupo Simancas.

El Museo Patio Herreriano ha venido a completar la posibilidad de conocer en Valladolid el arte emergente y comprender el relato del arte español desde principios del siglo XX y ha abierto una nueva perspectiva, con nuevas fórmulas y nuevas propuestas de distinto formato, tal como la fotografía, las perfomances, las intervenciones de los espacios, el diálogo entre artistas a través de sus obras. Es más, posiblemente, su proyección futura sea internacional

La última exposición de Juan Muñoz concitó la admiración y el reconocimiento de toda la prensa especializada nacional. Juan Muñoz fue un artista único que logró la recuperación de la figura humana en el ámbito de la escultura, que había sufrido una crisis de representación en las décadas precedentes. Es como el reflejo de lo que lo que ha venido sucediendo en estos últimos años: innovación, originalidad y espacio para la reflexión y la representación. Una de las cosas más sorprendentes del Patio Herreriano es la escenografía de las piezas en su interior. Cuando hay una preocupación evidente en la configuración de las exposiciones, jugando con la perspectiva de las obras, con el formato y con el espacio, el resultado es sencillamente espectacular.

La visita al museo Patio Herreriano es una gran experiencia personal. Somos capaces de entrar en la historia de las personas, de los artistas, de las distintas culturas y épocas. Eduardo Arroyo, en su libro Al pie del cañón, reflexiona, contradiciendo a Eugenio D´Ors en Tres horas en el Museo del Prado, si a un gran museo es preferible acudir sólo o acompañado de varios, incluso de quien dice ser experto. Cualquier alternativa es buena. Este espacio nos trasporta y nos ayuda a entender los sentimientos y las emociones de los artistas, sus relacione con las obras y con los contemporáneos.

El origen del Patio Herreriano fue la rehabilitación del Monasterio de San Benito el Real que desde el año 1390 fue convento benedictino, lugar ocupado por tropas del ejército, espacio destinado a distintos usos sin control hasta convertirse en una ruina. Su trasformación ha sido ejecutada por el brillante arquitecto vallisoletano Juan Carlos Arnuncio que, junto a Clara Aizpún y Javier Blanco, han conseguido que su construcción resultara un éxito y se configurara como un flamante edificio destinado a acoger nuestro museo de Arte Contemporáneo en Valladolid.

Además de la belleza del espacio proyectado, cabe destacar el resultado de la antigua Capilla de los Condes de Fuensaldaña, espectacular cruce entre los arcos recuperados y la configuración moderna actual, donde entra la luz exterior buscando el esplendor de las obras, que ofrece maravillosas intervenciones que se van exhibiendo allí por diferentes artistas como Eva Lootz, Susana Solano o Enrique Marty.

Desde el inicio, el Museo ha acogido en depósito la Colección Arte Contemporáneo, como proyecto vivo y abierto, convirtiéndose en su sede permanente. Se trata de una colección de pinturas y esculturas de arte contemporáneo que ha agrupado un grupo de empresas potentes que conforman un resumen muy exacto y preciso de lo que ha sido el arte contemporáneo en España en el siglo XX.

Cabe destacar que el museo acoge el legado de uno de los artistas más innovadores de principios del siglo pasado en nuestro país, Ángel Ferrant, del cual actualmente hay una precisa y estudiada exposición (Universo Ferrant) cuya visita permite conocer el camino de arte español en el siglo XX y facilitar la conexión de los nuevos artistas con sus referentes inmediatos. También se dan cabida a los artistas locales en la Sala 0 y trata de establecer vínculos con las tendencias vanguardistas que se viven en Valladolid.

En conclusión, se cumplen 20 años de una experiencia fascinante. Una recomendación imprescindible en Valladolid. La oferta expositiva con motivo del aniversario es brutal. Una pasada. Se podrá ir solo o acompañado de otros, pero el compromiso y esfuerzo de las personas que forman parte del Museo Patio Herreriano en la actualidad es inmenso y garantizan una experiencia formidable mediante su visita y reflexión.

Me remito a unos versos del amigo y poeta vallisoletano Fernando del Val: «Regreso al Metropolitan/tengo cita con un señor holandés/en su maletín lleva encerrada la cualidad mórbida más viva del mundo físico: la palidez de sus hijas».