Hace algún tiempo me prometí evitar los debates de carácter personal en las redes sociales. Resulta infructuoso pretender convencer en un territorio que promueve descalificación, enfrentamiento y ego en medidas proporcionales. Lo más parecido a entregar un cuchillo afilado a un mono alterado. Sin embargo, ... en estos días me he visto obligado a defender la educación que recibe mi hijo en un colegio concertado, frente a quienes aprovechan cualquier circunstancia para organizar campañas de desprestigio sin más argumentos que el bulo, la manipulación y el ruido.

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Me han hinchado la 'vena Belenista' de la princesa del pueblo al más puro estilo del «yo por mi hija, mato», pero, al margen de consideraciones personales, hay que reconocerlo: vamos perdiendo. La moderación no está de moda y aquellos que promueven la permanente polarización y el ataque por pura estrategia política han logrado que esa misma sensación se traslade a la sociedad civil. Enhorabuena por construir los cimientos de un campo de batalla entre hooligans, en el que las aberraciones dialécticas, faltas de respeto y ausencia de empatía representan las normas de la casa.

Cualquier estudio serio reflejará hoy que una abrumadora mayoría social defiende valores como la libertad, igualdad o la democracia. Quienes nacimos en la generación de la Transición y la Constitución creímos que venían de serie, como en esos coches que ya traen navegador de última generación incorporado. Y, sin embargo, cada vez con más frecuencia asistimos a episodios donde se demuestra que hay que ganar la batalla cada día. Ánimo, moderados.

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