Y el debate se ha convertido en polémica porque detrás del interés del Partido Popular por rescatar el sueño del soterramiento está arrimarse al favor popular gracias a una palanca que, por sí misma, no plantea pega, es ideal y que, por si fuera poco, en su momento no se quedó en la cuneta por una imposibilidad técnica, medioambiental ni de otro tipo, sino solo por falta de dinero. Y ya se sabe que la falta de dinero, en política a diferencia de en cualquier otro aspecto de la vida, no es impedimento para nada. Si Pilar del Olmo y el PP fían parte de sus intereses electorales a esta demanda y sus manifestaciones populares, han comenzado muy pronto. Queda un año para las elecciones. El tema no tiene mimbres para durar en la cresta de la ola de la actualidad tanto tiempo. La realidad es machacona, mucho más que la voluntad política, y lo agotará.
¿Cuál es el problema de este debate? Que no hay debate, que el soterramiento en el corto y medio plazo es impracticable. Y ello es así, al margen de por todas las razones que se han planteado hasta el momento, por simple sentido común. Primero, no existe ningún proyecto redactado. Si hoy, en mayo de 2022, tuviéramos la pasta contante y sonante para hacer la infraestructura, solo los plazos del proyecto, licitaciones, informes, permisos y otros procedimientos administrativos se alargarían en el mejor de los casos cinco años antes de que se moviese la primera excavadora. A su vez, ahora mismo deberían detenerse, con todo lo que ello representa, todas las máquinas que están trabajando en el plan de integración en marcha. Dejen todo como está, manga por hombro. ¿En serio creemos que saldría gratis? Por lo demás, antes deberíamos convencer a Adif. Y al Gobierno de España de que destinara una parte importante de los fondos. Y a la Junta de que hiciera lo propio con su parte. Ningún ayuntamiento tiene capacidad de afrontar en solitario una inversión de esta envergadura.
Entonces aparecería un duro escollo porque habría que convencer a esas administraciones de que nos den esa financiación para tapar unas vías cuando en España y en Castilla y León, lo sé por propia experiencia, existen un montón de prioridades en términos de infraestructuras de comunicación y ferroviarias mucho más urgentes. El soterramiento no nos traería más trenes ni más rápidos ni más verdes. Lo cierto es que se aventuran muchas bondades indirectas en torno a él. Los vecinos tenemos derecho a demandarlas, faltaría más. Pero la única evidente por el momento es que se produciría, en esencia, un cambio estético. Y luego están los famosos fondos europeos. Por encima de otras cuestiones ya conocidas, conviene recordar que todo euro que se gastara desde el 2024 no se recibiría a fondo perdido, sino que habría que devolverlo con intereses. Sería deuda, por tanto. Pero además, esos fondos tendrían que ajustarse a los ejes estratégicos marcados por Europa: digitalización, economía verde, movilidad, etcétera… No me cuadra mucho que el plan en cuestión encaje en ninguno de ellos. Y lo más importante, ¿piensa alguien que la Comisión Europea iba a aceptar que en España nos gastáramos un dineral en tunelar unas líneas cuando lo primero que implica esa decisión es destruir un plan de integración de más de cien millones de euros casi sin estrenar? ¿Eso es verde, circular, sostenible y resiliente? ¿O es más bien un derroche?
En Valladolid el soterramiento fracasó por culpa de todos y de nadie. Fue decidida y aceptada por partidos y administraciones una opción alternativa. Por eso los vecinos tenemos derecho a desear que una flota de platillos volantes nos lleve de Parquesol a la Rondilla, un aeropuerto internacional en Mojados y un puerto de mercancías en la pesquera de Simancas. Pero es irresponsable comprometer el plan B, esa integración, a costa de otro imposible a corto y medio plazo. A mis ojos, y visto con distancia, por alguien que ha escuchado a políticos de todo signo prometer, por ejemplo, que el AVE llegaría a Extremadura en 2010, la demanda del soterramiento puede ser, por ahora, un sueño, un deseo o una aspiración. Pero nada más que eso.
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