Miles de aficionados celebran el ascenso del Rela Vallaodlolid en el paseo central del Campo Grande. A. Mingueza

Valladolid inédito

La Canaleja ·

El fútbol nos ha cambiado el paso, ha quebrado toda teoría de ser unos adustos irreductibles

Jaime Rojas

Valladolid

Sábado, 4 de junio 2022

Entre las vallisoletanadas que abrazamos y adoramos los paisanos del Conde Ansúrez están expresiones, latiguillos, muletillas y palabros varios y propios, que decir pelele nos delata como pasear por la playa del Sardinero con rebequita en el brazo, por si refresca. Al igual que se ... nos aplica la teoría de hablar el mejor castellano del mundo o la de ser de naturaleza antipáticos, algo insufribles y bastante serios. Y nos llaman fríos, gélidos, como salidos de la niebla junto al Pisuerga o entre los chupetones, o carámbanos si prefieren, del Campo Grande, esos que se formaban en los inviernos de Franco cuando se helaba la calefacción del colegio y, qué suerte, nos mandaban a casa; ahora hay cencellada, que es un quiero y no puedo, una pelelada de estos tiempos flojos. Siempre hemos sido poco entusiastas de lo nuestro, que en Ferias los que podían ponían tierra de por medio, que eso era cosa de pueblos y no para la ciudad.

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Pero el fútbol nos ha cambiado el paso, ha quebrado toda teoría de ser unos adustos irreductibles, porque ver a miles de personas en la calle, con camisetas y abalorios diversos es un Valladolid inédito. Esa participación de la ciudadanía –palabro que por fortuna no ha salido de aquí– no es una vallisoletanada, más bien lo contrario, que nuestros héroes están en la historia de la que fue capital del imperio y ya no son de carne y hueso y, aún menos, contemporáneos.

Ese lanzarse a la calle, esa espontaneidad, esa indumentaria con bufanda al final de primavera, en otro tiempo hubiera sido calificado como cosa de peleles. Pero todo cambia, gracias a Dios y al fútbol. Aunque por favor que no se pierda aquello del viejo Zorrilla cuando todos a una gritábamos al árbitro «tío pelele, tío pelele», por respeto a su pobre madre y a la innegociable vallisoletanada de hablar bien.

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