En los entornos de Madrid y Barcelona residen hoy casi doce millones de personas. El INE prevé que Madrid supere sus siete millones de habitantes actuales para llegar a los ocho millones en 2037. Eso implica un millón extra en poco más de una década. ... Barcelona no puede crecer urbanísticamente para alojar a toda la gente que vendrá por el prosaico motivo de que no tiene espacio: a un lado está el Tibidabo, ese monte en cuya ladera una rubia dejó plantado a Loquillo y a su viejo Cadillac segunda mano y al otro el mar, el mar de Serrat, cuya niñez sigue jugando en su playa y escondido tras las cañas duerme su primer amor y eso. El plan de Barcelona es poder alojar a ese nuevo millón en municipios situados hasta a cuarenta y cinco minutos en tren. De ahí la importancia de la cesión de las competencias sobre el ferrocarril: es estratégico. Y supongo que, de paso, también supone una gran oportunidad para el latrocinio de esa pandilla de cleptómanos con barretina. Madrid tiene sitio de sobra, pero también un problema: sus servicios públicos pueden llegar a saturarse. Hoy por hoy su sanidad pública es puntera en España y, desgraciadamente, todos conocemos a alguien que ha tenido que tratarse en La Paz, en el Gregorio Marañón o en el 12 de Octubre. Su educación pública, sin embargo, no parece ser la preferida de las clases medias debido, fundamentalmente, a la inmigración masiva en ciertas zonas. Luego está la gestión del agua y de los residuos de una megalópolis de ese tamaño que, además, es una de las ciudades más turísticas del mundo, por lo que a lo anterior hay que sumar a cientos de miles de personas de paso cada día. Hay trabajo para todos, la inversión empresarial es masiva y los sueldos de los trabajadores muy superiores. Además, en lo cultural Madrid es un lugar 'top' a nivel mundial, su clima es plácido y sus comunicaciones inmejorables. Todo ello hace de Madrid uno de los lugares del mundo más exitosos, dinámicos y ricos. Y con expectativas tan buenas que podría morir de éxito si no sabe gestionarlo.
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Mientras tanto en Castilla y León nos despoblamos. Necesitamos gente, inversiones, empresas y saber rodear todo eso de una oferta cultural y de ocio que nos convierta en un lugar interesante para vivir. Porque la gente no quiere vivir en lugares aburridos, monótonos y tristes por mucho trabajo que haya. Las profesiones creativas no son cuatro bufones con gafas de pasta sino motores de crecimiento y de atracción de otros perfiles, como está demostrado. Y resulta que el talento tiende a agruparse, a formar clusters y a expandirse en círculos concéntricos en torno a un núcleo irradiador, que diría Errejón y con toda la razón. Ese núcleo es Madrid. Y cuando esa gente llena la M30 se va a la M40 y luego a Alcobendas, a Getafe o a Fuenlabrada, es decir, a lugares a media hora de Chamartín o de Atocha. Así que, recapitulando, resulta a que a ellos les sobra gente y a nosotros nos falta. Y no existe ningún motivo racional para que una persona cuyo trabajo se lo permita prefiera vivir en Getafe que hacerlo en Valladolid, un lugar más barato, más seguro, con una calidad de vida superior, un acceso a la vivienda irrisorio con respecto a Madrid, una oferta cultural, gastronómica y de ocio mejor que la de las ciudades dormitorio y unos servicios públicos, en líneas generales, correctos y sin saturación. Nos interesa a todos: solo nos falta hablar.
El resto de polos de crecimiento son el entorno de Málaga y el de Valencia. Es decir, todas las ciudades que no tengan acceso al mediterráneo han de apostar necesariamente por Madrid. Y resulta que ninguna de ellas está tan cerca y tiene un tamaño y una importancia industrial, histórica y administrativa como Valladolid, con la excepción de Zaragoza. a mitad de camino entre Madrid y Barcelona. Ciudades como Oviedo, Gijón, Santander, La Coruña, Logroño, Badajoz o Córdoba matarían por estar, como nosotros, a una hora de la Plaza de Castilla. A una hora hoy, que mañana será a cuarenta minutos y pasado mañana a treinta. Y como, de momento, no hemos inventado la deslocalización de ciudades, esa ventaja competitiva de Valladolid es inatacable, la vamos a tener siempre y no depende de nada.
Creo que todos necesitamos dar un paso mental y entender de una vez por todas que Valladolid es, de algún modo, Madrid, que formamos parte de su entorno cultural, económico, social e histórico, claro, somos las dos ciudades castellanas más importantes. La relación es enorme y ha de ir a más porque nos viene bien a todos. Gracias al AVE y al auge del teletrabajo miles de vallisoletanos podemos seguir viviendo en nuestra ciudad y trabajando en Madrid. Y para los profesionales liberales y empresas de servicios, tener una economía con un PIB de casi 300.000 millones de euros, es decir el 20% de toda España y creciendo al 7% a una hora supone algo parecido a El Dorado. Es como ir a cazar a un zoo y no creo que esté muy lejano el día en el que las empresas de Valladolid intenten vender en Madrid de modo masivo y algunas de las de Madrid prefieran situarse en la Acera de Recoletos. Así podremos ser a la vez cabeza de ratón –capital de Castilla y León, le escueza a quien le escueza– y cola de león –una economía subsidiaria de Madrid–. Evidentemente la Junta, tenga el color que tenga, nunca va a verbalizar una verdad tan indiscutible como que la creación de empleo en Valladolid es la llave para la creación de empleo en Castilla y León. O, al revés, que la creación de empleo en la comunidad pasa por el crecimiento de su capital. Y después de la capital, Arroyo y después Rioseco, Medina y Palencia y otra vez los círculos concéntricos. El crecimiento tiene fases. Si Madrid crece, crece Valladolid. Y si Valladolid crece, crece su entorno. Y después el entorno del entorno. Y así. No hay otra vía.
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Se abre una época nueva para la ciudad si somos capaces de entenderla. La Feria de Valladolid debe vivir de lo que no quiera Ifema. Nuestro aeropuerto debería ser un desahogo para Barajas. Nuestro suelo, un lugar para las empresas que no pueden o no quieren pagar tanto como en Madrid. Y después los colegios para los hijos de esa gente, y los bares para que desayunen y los teatros para que se diviertan. Pero para todo esto hace falta sacudirse los complejos y entender que en Valladolid nos ha tocado la lotería y en un futuro podríamos ser uno de los lugares más interesantes de España para vivir. Y yo lamento el tonito este de consultor que me ha salido, en realidad preferiría hablar de la calle Santo Domingo de Guzmán. Pero resulta que he escrito todo esto en el trayecto del AVE y he tenido, de repente, una epifanía. Una epifanía de alta velocidad, claro.
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