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La justicia cada vez se disfraza más de caridad. Hay que ir mendigando nuestros derechos casi por amor de Dios, como los menesterosos solicitaban antes una limosna. Ave María Purísima. Dios le remedie, solían contestarle. A esos tiempos me recuerdan los ancianos, la plataforma de ... ancianos «Somos mayores, no idiotas», que imploran un trato digno en los bancos. Hasta al defensor del Pueblo ha intervenido, lo que da medida de su desesperada situación. Los millonarios, los políticos, los poderosos nunca recurren al Defensor. Sólo los débiles necesitan defensa.
Los mayores no se entienden con los cajeros automáticos, con las APP, con los móviles. Y la culpa, les digan lo que les digan, no la tiene la brecha digital ni que ellos sean torpes, sino que han despedido a miles de trabajadores para poder ganar más dinero. Las fusiones bancarias son máquinas de fabricar parados. Y eso lo saben los políticos y lo autorizan, conviene decirlo ahora que andamos en elecciones.
El gobierno, magnánimo, ha dado un mes a los bancos para paliar un poco la situación. Ayudadlos un poco, pobrecitos. Qué os cuesta… Pero si esa plataforma, en vez de mendigar atención, convenciera a un millón o dos de pensionistas de que exigieran a las entidades bancarias que tal día, a tal hora, tuvieran preparado todo su dinero, hasta el último céntimo, para llevárselo a otro lado o debajo del colchón, qué más da, otro gallo cantaría. Dos millones de abuelos, por 10.000 euros cada uno, son veinte mil millones. Ay, Dios. A ver quién recurría entonces al Defensor del Pueblo. Ya está bien, hombre.
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