España fue protagonista en el mundo en momentos clave para la humanidad. El descubrimiento de América y la primera circunnavegación de la Tierra cambiaron el rumbo de la Historia para siempre. Comenzaba así la primera globalización y la carrera de las naciones por extender su ... área de influencia por todo el mundo. Desde entonces y hasta mediados del siglo XX, la hegemonía mundial pasaría de un imperio europeo a otro. El coste de imponer el liderazgo era en millones de vidas, guerras y más guerras entre las naciones europeas, guerras extendidas a otros continentes. La Segunda Guerra Mundial fue la última estación en esa escalada de violencia entre europeos. Así, hace 71 años surgió de las cenizas del continente un proyecto de libertad, solidaridad e igualdad que aun hoy no tiene parangón con ningún otro modelo en el mundo.
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Robert Schumann, padre de la UE, propuso crear una comunidad europea sustentada en una relación de interdependencia: la economía como medio para mantener la paz, y la paz como escenario para alcanzar la prosperidad.
Los europeos dejábamos siglos de luchas y comenzábamos a trabajar en los valores que nos unen: la defensa del estado de derecho, los derechos humanos, la democracia liberal, la economía de mercado y el estado de bienestar.
En estas décadas hemos conseguido crear un sentimiento de pertenencia a algo más grande que nosotros mismos: una comunidad de ciudadanos libres e iguales que buscan vivir en un mundo más justo, libre y con igualdad de oportunidades que cuide de los más vulnerables y permita que cada uno pueda desarrollar su proyecto de vida.
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Hoy, 71 años después y ante las preguntas de hacia dónde vamos y qué queremos que sea la UE, solo hay una respuesta: queremos seguir siendo el mayor proyecto de libertad, justicia, prosperidad y derechos de la Historia de la humanidad. Pero si sabemos el qué y hacia dónde, el reto es responder cómo. Para ello se crea la Conferencia sobre el Futuro de Europa, que estos días empieza a trabajar en la simbólica ciudad de Estrasburgo. En un mundo que vuelve a mirar a nacionalismos y populismos para resolver las desigualdades, las crisis económicas, sociales y sanitarias, la UE debe fortalecerse y crecer para poder defender sus valores y modo de vida.
En menos de 25 años la Unión se ha enfrentado a las crisis del euro, graves crisis migratorias, el 'brexit' y la covid. De todas ellas ha aprendido y salido fortalecida. Ahora que el mundo se rehace de la grave crisis provocada por la pandemia, el marcador de la geopolítica vuelve a ponerse a cero. Rusia y China pugnan frente a Occidente por liderar el mundo tras esta última crisis y la UE debe decidir qué papel quiere jugar.
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Está en juego no solo la hegemonía de dos o más naciones, sino el modelo de convivencia y de relaciones que se impondrá en un futuro. Modelos de democracia liberal, derechos humanos, respeto, tolerancia y convivencia democrática, o modelos autoritarios y totalitarios con vulneración sistemática de derechos humanos. Esa es la guerra cultural de nuestra generación. Y si la UE quiere decidir, tiene que liderar, crecer y fortalecerse. El camino es claro: los Estados Unidos de Europa deben ser más pronto que tarde una realidad. Pero para ello tenemos que acometer las reformas necesarias y preparar la Unión para encarar todos los retos que tenemos por delante. Esta Conferencia sobre el futuro de Europa, en la que por primera vez los ciudadanos podrán participar en los debates, es el punto de partida para encarar las próximas décadas del proyecto europeo. Solo una Europa de ciudadanos saldrá fortalecida de la crisis de la covid y podrá encarar la batalla contra populismos y totalitarismos. De ahí la importancia de esta Conferencia.
Necesitamos involucrar a todos los europeos: el reto es enorme y además no podemos permitirnos el lujo de perder la batalla cultural. La factura puede ser el porvenir de las futuras generaciones. La UE necesita un rostro que sea reconocido por parte de los ciudadanos, dentro y fuera de nuestras fronteras. Debemos ser más eficaces en política exterior, garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos preparándonos y adelantándonos a nuevas pandemias.
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Tenemos que completar la unión monetaria y económica con un ministro de Economía propio que se centre en la estabilidad y los resultados macroeconómicos para hacer frente a las crisis económicas que están por venir. Y tenemos que seguir apostando por la digitalización y la protección del medio ambiente. Por último, quiero destacar uno de los graves problemas a los que se enfrenta la UE y que desde luego debe ser parte importante de la Conferencia: la despoblación.
¿Podemos hablar de un futuro de Europa si nuestra población sigue menguando? ¿Futuro, pero para quién? Este es sin duda uno de nuestros mayores retos, y no es frente a una amenaza exterior, sino contra nosotros mismos. Sin olvidarnos de la importancia que tiene la salud en nuestras vidas, sobre todo en momentos de crisis sanitaria, también debemos trabajar para construir la UE de la Salud, como hemos hecho en el ámbito económico y financiero. El futuro se decide en el presente. Y la Conferencia debe relanzar el proyecto de la UE para garantizar nuestro modo de vida, valores y convivencia a las futuras generaciones. No podemos perder todo lo logrado hasta ahora.
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