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El objetivo de los todos los gobiernos es conseguir la vacuna que permita luchar eficazmente contra el coronavirus. Desde enero en China, más tarde en otros países como España, los equipos de investigación libran una carrera contra el tiempo para lograr una solución que ... normalmente lleva un año y medio. Sin embargo, la extrema necesidad que se sufre en todos los países está incentivando a los investigadores para culminar una gesta que puede permitir respirar con cierta tranquilidad a un mundo que, convulsionado por la muerte de casi 200.000 personas, 22.000 de ellas en España, por la paralización de la economía causando millones de personas desempleadas y de empresas quebradas y con unas pautas de comportamiento que serán diferentes a las que conocíamos y practicábamos. La tragedia es de tal magnitud que solo podremos concienciarnos de su efecto arrollador cuando se pase y se haga recuento, se analicen las causas y se exijan las responsabilidades a quienes han tomado decisiones tardías, equivocadas y han intentado ocultar la verdadera realidad.
En cualquier caso, el objetivo prioritario de todos es vencer al virus y lograr lo antes posible una vacuna eficaz. China puede tener la primera llave hacia la vacuna tan ansiada como necesaria. Da igual las posibles especulaciones que puedan dispararse ahora sobre la coincidencia o casualidad de que sea un laboratorio chino quien pueda tener la solución a la terrible pandemia. En estos momentos, lo que realmente importa es que haya vacuna cuanto antes para evitar que la grosera e inaceptable lista de fallecidos siga creciendo.
Podríamos utilizar la cita del antiguo dirigente chino Deng Xiaoping, que en su día recordó Felipe González, y que afirma algo así como que «gato blanco o gato negro, da igual, lo importante es que cace ratones». El daño que causa cada segundo el coronavirus debería hacer pensar a toda la sociedad, no sólo a los responsables políticos, que la Sanidad de un país no es un gasto, sino que es una inversión y hay que tenerla muy al día porque no hay nada más valioso que las vidas humanas. El presupuesto que hay que dedicar a la investigación es incuestionable y ningún gobierno debería racanear para satisfacer otras colocaciones de militantes del partido correspondiente. La profunda gravedad de la situación provoca reflexiones inmediatas y poco meditadas pero que conviene manifestarlas. Lo escuché al principio de la crisis: una sociedad que paga 100 millones por un futbolista mientras paga 1.000 euros a un investigador, debe asumir las consecuencias y ser consciente de que crisis como la provocada por la Covid-19 se van a presentar cada cierto tiempo. Hay que aprender la lección.
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