Dicen los apóstoles de la psicología positiva que lo recomendable es vivir instalado en el día a día, en el aquí y el ahora, porque lo pasado ya no tiene remedio y el futuro aún no lo conocemos. En la práctica, es asumir en la ... vida cotidiana la teoría del 'partido a partido' que tan buenos réditos le ha dado al cholo Simeone. Disfrutar el hoy, y mañana ya se verá.
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Tengo para mí que esta filosofía es la única a la que podemos agarrarnos tal y como están las cosas. Vamos, que no se trata de adoptarla voluntariamente, sino de asumirla como la opción que nos queda en estos tiempos. Salvo los afortunados que se han ido de vacaciones en julio, el grueso de los ciudadanos suspiran por la llegada de agosto para disfrutar de unos merecidos días de descanso. Los hoteles de playa tienen un porcentaje de reservas satisfactorio, aunque notan la ausencia del turismo internacional, y los restaurantes de las zonas costeras también están registrando una buena cifra de negocio, eso si, amenazados ambos sectores por las noticias cotidianas sobre el virus que no da tregua. Mucha gente se asoma a las noticias para comprobar que sus planes pueden seguir en marcha y constatar que no se han desbaratado, por el momento, a consecuencia de la covid-19. Los casos aumentan sin cesar, especialmente entre los sectores más jóvenes, y eso es algo que inquieta, aunque tiene el atenuante de que en la mayoría de los episodios no precisan hospitalización. Las medidas de contención para evitar los contagios están llevando a varias comunidades autónomas a implementar de nuevo restricciones que van cambiando en función de la incidencia de los casos. Este es el panorama.
Así las cosas, aquí no sabe nadie qué podrá hacer y de qué tendrá que abstenerse durante su tiempo de asueto. Las horas de apertura de los establecimientos hosteleros, el numero de personas que pueden sentarse juntas en una misma mesa, las medidas en interiores y en exteriores, la utilización de las zonas comunes de los hoteles… todo está sometido a revisión permanente. Lo que resulta cierto hoy puede no serlo dentro de cinco días. El virus habita entre nosotros y no hay forma de eliminarlo de nuestras vidas. Es más, nos dicen los que saben que tendremos que acostumbrarnos a convivir con él, lo cual no resultaría grave si dejara de causar tantos estragos y se convirtiera en un contagio similar al de la gripe común. Todo depende de las benditas vacunas y del grado de inmunidad colectiva que alcancemos.
Lo que ahora no nos planteamos es hacer previsiones con la certeza de que vayan a cumplirse. Seguimos estableciendo planes para nuestra vida, pero ya no estamos seguros, ni mucho menos, de que podamos llevarlos a cabo. Hay tantos factores imprevisibles en nuestra existencia cotidiana que resulta imposible afirmar que dentro de dos semanas, o de un mes, vamos a estar en un determinado sitio o vamos a poder celebrar algo, de acuerdo a lo que teníamos pensado. De pronto, hemos cobrado conciencia de la fragilidad en la que nos movemos y sabemos, por la via de los hechos, que no somos dueños de nuestras vidas. Nos instalamos en el minuto a minuto, intentando disfrutar y saborear cada momento como único e irrepetible. Exprimimos los días, en esa táctica de 'partido a partido', esperanzados en ganarlos todos y llegar al ansiado día en que todo esto no sea más que un mal sueño. Así pues, vacaciones, si, aunque sea con paraguas.
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