Un rey en Cuba
El espigón de Recoletos ·
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El espigón de Recoletos ·
Eso quiere decir que esta semana la Monarquía hispánica, de paseo por el Malecón, ha roto el tabú de la RevoluciónEn los salones pluscuamperfectos de la Zarzuela y del Ministerio de Asuntos Exteriores no se habla de otra cosa que no sea la histórica visita de los Reyes a La Habana, 'tournée' de tres días, recadito inclusive al oído de Raúl Castro, expresidente cubano, ... primer secretario del PCC y hermanísimo de Fidel. Mientras don Felipe rinde homenaje a los caídos en el desastre del 98, aquí nos preparamos para el desastre que dejará en 2020 muchos caídos, si no tomamos hoy mismo urgentes medidas.
En la Cuba comunista de los Fideles, el Rey le ha pedido a Díaz-Canel más democracia, libertad de expresión y derechos de asociación y reunión en la Isla. Ahí es nada. Y ha puesto como ejemplo nuestra Constitución de 1978, mientras el Departamento de Educación del Govern de Torra hace la lista negra de los constitucionalistas, en pleno espionaje a maestros y alumnos que defiendan el español. La misma lengua que hablaban Lezama Lima y Alejo Carpentier, y de más de 570 millones de personas. Entonces el presidente cubano le ha recordado a Su Majestad que Cuba es soberana y decide sus ritmos y cambios: quiénes son ricos y pobres, y qué fue de las granjas de trabajo para homosexuales –la 'higiene social revolucionaria' de los UMAP– y las cárceles rebosantes de opositores, denunciadas por una y otra vez por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Hablaron, eso sí, del bloqueo de Trump, con el consiguiente perjuicio a nuestros compatriotas empresarios que viven bajo las hojas de las ceibas y celebran los 500 años de la fundación incruenta de San Cristóbal de La Habana por Diego Velázquez de Cuéllar. Todo muy turístico.
Total, que el Ejecutivo de Pedro Sánchez, que planeó la comitiva oficial y el desembolso de 57,5 millones del erario público para un acuerdo de cooperación entre ambas naciones, está contento con la visita y las fotos filtradas de don Felipe y doña Letizia comiendo y bebiendo a dos carrillos y animadamente en un 'paladar' –restaurante de un particular montado en su casa–. Porque los cubanos son así; siempre le hemos dicho a nuestra madre, cocinera gurmet, que nos hubiésemos hecho de oro con sus guisos. En cualquier caso, un escándalo, como titularon ayer varios periódicos. La Casa Real también ha tenido que ir detrás de otra foto, la del encuentro «privado» entre nuestro monarca y un sonriente Raúl Castro, departiendo relajadamente, una charla que ha resultado muy pública.
Borrell ha contado que el discurso del Rey se sabía con antelación por parte de las autoridades cubanas, porque en esto de revisar las cosas de los demás los revolucionarios son muy celosos e imperialistas: «Abordó asuntos que pueden provocar problemas», ha dicho el ministro. Eso quiere decir que esta semana la Monarquía hispánica, de paseo por el Malecón, ha roto el tabú de la Revolución. Lo que no sabemos es si, tras su partida, los nostálgicos que aplaudieron a Fidel en la plaza Cívica han vuelto a colgar el calendario de 1953, pistoletazo de salida de la dictadura comunista.
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