Uno de los nuestros

A algunos no solo les ha pasado con los padres de sangre, que también han renegado de los progenitores en el oficio. Le ocurrió a Sánchez con González, a quien, arrepentido, se abrazó hace unos días por el aniversario de la más rotunda de las victorias en las urnas en España, la del PSOE de 1982. Seguía así el sendero que se había marcado meses antes al defender a otro padre, Griñán, condenado en el mayor caso de corrupción, tan contundente como aquel triunfo electoral.

Inició así el camino de amparo hacia su padre, el viejo PSOE, porque Sánchez debe considerar que de esta manera tapa la sangría de votos que fluye desde las bases históricas de su partido. Ni un voto menos por no defender a los nuestros, se dijo, mientras se encomendaba a sus asesores, esos que en fila llegan desde Moncloa al Congreso y aún sobran manos y piernas. El que tiene capa, escapa, aseguraron en comandita, y tenemos el Código Penal flexible para cambiar la malversación, que la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Y al final todos vieron la luz cuando el más realista de los asesores sentenció como Virgilio que el hambre es mala consejera y más el hambre de poder. Hay que ser justos con la familia y proteger a uno de los nuestros, por cierto, el título de una película que les recomiendo.