![Unamuno, Hollywood, Salamanca](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201906/16/media/cortadas/GF410FC1-kuCI-U80531295490yWB-624x385@El%20Norte.jpg)
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Aquella Salamanca. Aquella España. Aquella contradicción con patas que era el vasco Unamuno. Aquel que murió dando un zapatazo en la mesa camilla –como descubrí gracias a José Delfín Val y Póllux Hernúñez– y gritando que España se salvaría. Por ahí van los tiros de ... la última película de Amenábar, cuyo tráiler va ya rulando entre pactos, entendederas y cambalaches. Y con los seguidores de Millán-Astray en pie de guerra, que ya son ganas.
Es verdad que no hay confirmación histórica al pie de la letra del «venceréis, pero no convenceréis», pero algo pasó en el Rectorado, con la Collares sacando al ínclito escritor que se peleaba con su alma y con Dios para querer creer que el propio Dios existiera. Y está bien que una película, con toda esta intrahistoria unamuniana, nos resucite al mismísimo Unamuno. En el tráiler de lo que puede ser –o no– un peliculón, Karra Elejalde figura como el hacedor de «los hunos y los otros», y ya tenemos al bilbaíno inmortalizado por Hollywood. Ese vasco castellano que salía en jersey al recio frío salmantino, el que brilló en su destierro en Fuerteventura.
Unamuno, así las cosas, nunca fue entendido ni por esos «hunos» ni por esos otros, era un hombre tan atormentado como paradójico, que esa debe ser la condición de todo escritor. Yo lo recuerdo desterrado en seco, en aquella Salamanca en la que el plateresco y el humanismo tuvieron que plegarse al caqui africanista y al berrido. Hay algo metafórico en esos últimos tres meses de vida de Unamuno, entre el 'speech' en la Universidad y su muerte el día de Nochevieja bajo una intensa nevada, como me recuerda su nieto.
Unamuno no es Lorca ni es Pemán, Unamuno era Unamuno y así hay que entenderle. Mientras España ardía, él veía el amplio páramo y le dolía que las bajas pasiones bajaran a la penillanura. Sus andanzas por España y Portugal fueron las más verdaderas y el catedrático de Griego daba a la imprenta unos poemas demasiado cuadriculados, en tanto que sabemos que los caracteres indómitos casan mal con la poesía.
Releer a Unamuno siempre está bien. No es experiencia placentera por cuanto nos toca el alma, nos destroza, va a las habitaciones últimas del ser y de la patria y allí, desmochados, pone en castellano las cuatro ideas de Kieerkegard. Pensar en él es pensar en Salamanca, en Fabio Rivas, en la Casa de las Muertes, la calle de Bordadores. Una ciudad que quizá fue el mejor marco para que la escribiera Unamuno y para que después la filmara Amenábar, Amenábar, moro de la morería (sic).
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