El último lateral defensivo
Crónicas de gentes recias ·
«El adjetivo más feo que hay en el fútbol es 'cumplidor'. Es algo así como que te llamen 'limitadito'»Pablo Merino
Sábado, 9 de enero 2021, 09:37
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Crónicas de gentes recias ·
«El adjetivo más feo que hay en el fútbol es 'cumplidor'. Es algo así como que te llamen 'limitadito'»Pablo Merino
Sábado, 9 de enero 2021, 09:37
No recuerdo un verano más triste que el de 2015, más triste incluso que el pasado, en que con miedo extendíamos la toalla en nuestros embalses y pantanos. En el 2015 no había virus, pero sí miedo. El Real Valladolid terminaba su temporada de regreso ... a la división de plata a diez puntos de los puestos de ascenso directo que marcaba el Sporting de Gijón y aunque logramos meternos en el play-off, la Unión Deportiva Las Palmas nos eliminó en primera ronda, ante una afición anestesiada, que no parecía la misma que llevó en volandas al equipo dirigido por Djukic en Segunda tres años atrás.
El club amenazó con una renovación profunda del vestuario. En un mes no quedó ni el apuntador. No solo salieron actuales reponedores del Froiz, también salieron los Óscar González, Carlos Peña, Jesús Rueda o Marc Valiente que tantas alegrías habían dado a una afición cansada de sufrir ridículos. Poco a poco fue llegando savia nueva: un internacional portugués, el portero titular de la sub-21 y el entrenador que había conseguido dos ascensos consecutivos con el Éibar.
Las esperanzas se las llevaron los primeros vientos de septiembre. Jugábamos más tiempo con diez que con once, la defensa era menos expeditiva que las fuerzas de seguridad del Capitolio y el entrenador fue destituido en la novena jornada después de encajar una goleada ante un recién ascendido de un pueblo perdido de Gerona. No todo iban a ser malas noticias. Javi Chica, que llegó la temporada anterior procedente del Betis con la vitola de líder de la zaga, perdía el puesto ante un tal Javi Moyano que no conocía ni el bueno de Maldini. Y es entonces, cuando en el barro, comenzó a fraguarse su leyenda.
Llegó en el mercado estival procedente del Tenerife por menos de lo que cuesta un piso a reformar en La Rondilla. Aquella temporada quedamos a una derrota de descender al infierno de Segunda B, lo que hubiese supuesto la desaparición de la entidad. Moyano no resultó ser un prodigio del balón, no era precisamente Cafú llegando a línea de fondo.
El adjetivo más feo que hay en el fútbol es «cumplidor». Es algo así como que te llamen «limitadito». A quien Dios no bendijo con las cualidades necesarias para que la pelota le diese de comer, ha de suplir sus carencias con trabajo y voluntad. Es bien sabido que Valladolid aplaude más a un tuercebotas con pundonor que a un zángano regateador.
Moyano eligió un mal momento para ganarse el pan siendo lateral defensivo. Además del imborrable recuerdo que dejó el serbio Rukavina en la afición durante el último periplo blanquivioleta en Primera, el fútbol, en su constante cambio, había empezado a poner de moda formar con carrileros o con laterales de amplio recorrido. Pese a que cada temporada se fichaba a alguien para darle boleto, nadie logró hacerle sombra. Primero fue Javi Chica, después el cedido Markel Etxeberría, llegó Antoñito, se fueron Garitano, Miguel Ángel Portugal, Alberto López, Paco Herrera y Luis César Sampedro –con quien llegó a jugar como central y lateral zurdo– y Javier Moyano Lujano siguió siendo el lateral derecho titular del Real Valladolid.
A orillas del Pisuerga arribó Sergio González y con él la campanada del ascenso. Era un clamor que el jugador discretito, limitadito y demás adjetivos terminados en -ito, fuese el elegido para plantar cara a Dembelé, Asensio o Guedes. Las redes sociales ardieron hasta que, por fin, trajeron a alguien que sentaría al superviviente del fútbol moderno Javi Moyano. El Manchester City, cuyo jeque sube la factura de la luz cada vez que Guardiola pide un nuevo defensa, nos cedía a un chaval de Don Benito por el que pagó 12 millones de euros al Girona.
Cuando el idilio del '17' con la titularidad parecía terminar después de 127 encuentros vistiendo la zamarra blanquivioleta, Sergio siguió confiando en el hombre en el que confiaron los cinco entrenadores que le otorgaron el brazalete de capitán. Nadie parecía conforme con que Pedro Porro solo pudiese ser titular en sus videoconsolas. En un momento en el que desde los laterales de los grandes equipos como Sergiño Dest o Jesús Navas hasta de recién ascendidos como Javi Galán o el 'Pacha' Espino brillan por sus cualidades ofensivas, el atractivo del lateral que ejerce las funciones que su demarcación tradicionalmente ha exigido queda minimizado por un fútbol que, o bien por florido o bien por escueto, se ha olvidado de defender la línea de cal.
Este verano, el del virus y el del miedo, Miguel Ángel Gómez trajo otros dos laterales que pudiesen hacer sombra a Javi Moyano: Luis Pérez, lateral ofensivo que siguió sus mismos pasos, jugando en el Jaén y en el Tenerife, y un suizo-gambiano, a préstamo, que con 25 años ha vestido más camisetas que el mítico Keirrison. Un año más, como la vuelta al cole o la inexorable llegada del otoño, Moyano volvió a partir de inicio para Sergio González. En el minuto trece de la segunda jornada, en el Benito Villamarín su abductor dijo basta. Cuando restaban unos pocos minutos para que el mercado de verano tocase a su fin, apareció una imagen de Javi Moyano abandonando las oficinas del municipal José Zorrilla.
Se fue, sin más, sin hacer ruido. De un día para otro. Adiós. Con 156 partidos a sus espaldas, espantando a cada intruso que amenazó con arrebatarle su parcela. ¡Cómo puede dejar un club que se marche así un capitán! Ni Casillas, despojado de su aura de santo, ante decenas de micrófonos, acusado de filtrar informaciones a la prensa, se fue de una manera tan hostil. Ha dejado tanta huella en este equipo, que Sergio, como buen zapatero remendón, va colocando parches que hagan olvidar su baja. Qué caprichoso es el fútbol, que sus modas a todos alcanza, que quien ha ocupado el lateral derecho con más solvencia es un extremo que si llega a ser un poquito más extremo en vez de Hervías le llamarían Stalin.
Se nos fue un artesano del deporte rey que no saldrá en la revista Panenka, pero cuyo nombre se grabará en la memoria de los niños que con el ascenso se subieron a uno de los barcos que peores temporales ha sabido sortear, niños que en un futuro mirarán con desdén a quienes les digan que su equipo, con presupuesto para comprar mil o dos mil Moyanos, sabe lo que es sufrir.
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