Turismo de gravedad

Wally Funk subió con los Bezos, el tipo de Amazon y su hermano, y un chaval que tuvo la suerte de que la cigüeña le dejara 18 años antes en casa de su multimillonario padre. Un centenar de kilómetros de subida vertical hasta el límite del horizonte espacial en diez minutos de viaje de ida y vuelta, con tres de ellos durante los que los cuatro jinetes siderales flotaron y juguetearon con la gravedad. Un grupo heterogéneo y algo raro para dar un salto en el turismo espacial, ese nicho de mercado, que dirían los cursis, que sustituirá a los viajes de tumbarse en la arena o a los más sacrificados de ver piedras milenarias, que lo de ser turista siempre ha sido muy duro.

Ya veo a Wally como cartel del Imserso, compartido con el gran Tony Leblanc y su memorable imagen vestido de astronauta, con los ojos como platos, embutido en un casco de alguna talla más; todos al espacio que allí con la gravedad te olvidas de los achaques y te mueves sin esfuerzo cuando bailas 'Los pajaritos' en el hotel. También ya veo al chaval del millonario como el reclamo para que los jóvenes cambien el bello turismo de beber mucho y dormir poco por el de flotar y sin meterte, qué cosas.

A quienes no veo de señuelo es a los Bezos, que seguro que Jeff te vende la gravedad. Y más barata que en el comercio tradicional, por supuesto.