Secciones
Servicios
Destacamos
Mi amigo Pepe Faus, enólogo de las Castillas, me cuenta cómo la romanización, es decir, Occidente, viene de una cepa: lo demás, la fermentación de la cebada y otras alquimias cerealísticas, son bárbaras, aun siendo exquisitas. Uno se imagina a Trump tomando una copa en ... Camp David o en la horterada esa 'golfa' de Florida y no puede sino arrebolarse ante un tipo que no sabe ni cómo se ha de agarrar la mismísima copa.
Pues nada. Habrá que aguantar el chaparrón, la enésima cojonada de un cateto, Trump, en esa guerra comercial que nos acongoja cada cuanto. En mitad de un 'impeachment', acusado de tocamientos impuros –o acaso puros, pero inmorales– el comandante en jefe de los EE UU nos viene a meter el rejón de muerte. Más de 27 millones de euros en exportaciones vamos a perder por la pataleta de este hombre: un pastizal que dolerá especialmente en el vino, que es por donde la barbarie siempre nos aprieta la quijada.
Evidentemente, que el vino de la tierra sea el primer afectado por los aranceles del explayboy tiene una lectura insoslayable, y es que se fían muy largo el vino de California los yanquis. Digamos que creen que en el Valle Central se producen buenos caldos, y la cosa queda entre cara y nostálgica. Hay un cowboy que dice que entiende de enología y comprobamos, ay, que el anglosajón no está hecho para el vino. El vino californiano es una moda de la 'beautiful people' de Los Angeles, la que se indigna porque se ahogue un niño en el Mediterráneo sin saber qué es ni dónde queda el Mediterráneo.
No obstante, lo mollar de la nueva burricie de Trump es cómo este pollo es capaz de privarle a sus compatriotas de un Rueda mientras que nos va derritiendo los polos y expulsando asesores. Creíamos que no llegaría nunca el día en el que Trump nos estropease la vida, jugara con las cosas del comer... y ese día ha llegado.
En defender la cultura del vino, de nuestro vino, podría poner el énfasis el director del Instituto Cervantes, pero me barrunto que el poeta granatí de la experiencia anda en otros menesteres más de andar por casa. Luego está José Andrés, pero necesita un hervor y una vendimia. Quiero decir que haría falta un Ministerio del Vino, o al menos una subsecretaría, con ramificaciones en otros ministerios como Cultura, Trabajo, Interior –el vino de las tabernas– o Defensa, que los brindis de Capitanía son la felicidad hecha galones.
El vino, y aquí lo sabemos, no necesita defensa, pero frente a Trump y un Gobierno en funciones va siendo conveniente reflotar la bodega y brindar al aire. En la gasolinera que ya saben tienen cajas de tempranillo que vienen envueltas para boda... quizá no todo esté perdido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.