El Air Force One no es un lugar seguro. Lo sabíamos por Harrison Ford en la película de Wolfgang Petersen de 1997. Ahora lo corroboramos con otro actor muy diferente: el histrión Donald Trump. Sí, el que hace cada día que el viejo Ronald Reagan ... nos parezca a su lado un personaje de Walt Disney. No es seguro para el presidente ni para la primera dama de los Estados Unidos, porque en él viaja como polizón, viajaba el jueves al menos, el célebre 'virus chino', que sigue conmocionando al mundo. Un enemigo pequeño, silencioso. En nada parecido a los misiles ni a los secuestradores rusos de toda la vida. Un enemigo implacable.
Publicidad
No sabe Donald Trump, o se empeña en no saberlo, que el año nuevo de nuestro 2020 es en realidad, y con todas las consecuencias, el año de 4718 del calendario chino. El tiempo transcurrido hasta aquí desde que se inició el reinado del gran Huangdi, el Emperador Amarillo. Porque en esto de darle tiempo al tiempo, en oriente se sabe bastante más que en occidente. Y tampoco le dio importancia, cuando se inició, a que precisamente éste sea, también en el calendario chino, el año de la Rata. Esa rata que tiene un ojo que mira hacia la astucia y la inteligencia, y otro hacia la peste.
Al presidente, a bordo del Air Force One, le ha transmitido el virus su asesora Hope Hicks. Que en una bellaca traducción al castellano se podría decir que se llama Esperanza Paletas. O la esperanza de las pueblerinas. Toda una metáfora. Ahora, la única esperanza que nos queda es que el gallo Trump llegue a las elecciones con menos ganas de asesinar a su rival. Un Joe Biden al que consiguió sacar del sueño profundo en el último debate cara a cara. Más bien cara de hastío a cara de perro. Dos personajes tristes que expresan por sí solos lo que le pasa a ese Nuevo Mundo que descubrió Colón: que de repente se ha vuelto muy viejo. Viejuno, diría mi hijo. Más metáforas.
Casi lo contrario, si bien lo mismo, de lo que ocurre por aquí. Que nunca terminamos de aprender. Ni de imitar. Porque en España el gusto por la pelea en el barro traspasa ya todas las precauciones. Y todas las fronteras. Por mucho que en su día lo advirtieran Enrique Tierno Galván, o Alberto Ruiz Gallardón (los mejores alcaldes de la capital del reino, según las encuestas), citando a Antonio Machado, todavía cuesta creer que Madrid pudiera ser algún día la primera ciudad contestataria con España. Dejando en agua de borrajas las pantomimas de los independentistas catalanes.
Publicidad
Pero así está ocurriendo. Como ya ocurrió en otros momentos de la historia, de los que nadie parece acordarse. Para daño de cuantos estamos en el medio. Sobre el barro del Gobierno del reino, que deja al ministro Illa sucio, cautivo y desarmado, el barro del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que cuenta con una presidente experta en el cuerpo a cuerpo del lodazal. Qué miedo. Y qué asco.
Lo decía Mario Benedetti en uno de sus poemas de Pero Grullo. La única respuesta ante el caos es «volverse caótico» uno también. Los vigías de Occidente parecen decididos a tomárselo al pie de la letra. Y las ratas, tan contentas ante el espectáculo.
Publicidad
Noticia Relacionada
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.