A Groucho Marx se le atribuye la frase «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». En realidad fue un periódico de Nueva Zelanda el primero en reflejarla en sus páginas allá por 1873, en la forma de «Estos son mis principios, ... pero si no les gustan, yo los cambio». Lo usaron como descripción de la capacidad innata de algunos políticos para modificar sus presuntas convicciones cuando interesa. Desde entonces hemos cambiado dos veces de siglo, pero hay costumbres que perduran, sobre todo las malas.

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Analizar el porqué de tanta irresponsabilidad, de tanto esperpento político en medio de una pandemia histórica, nos conduce inexorablemente al convencimiento de que el patio de recreo al que asistimos cada día es solo el fiel reflejo de la sociedad a la que nos representan. Esa es la verdad, por muchas ampollas que levante entre quienes siguen pensando que no nos merecemos este circo. La polarización representa el perfecto caldo de cultivo para erradicar al ciudadano crítico. Van ganando los trileros de los principios y mucho me temo que hay terreno abonado para mantener el letargo y la anestesia general. Ahora, incluso, ya vamos a disponer de jóvenes listos por decreto. ¿Existe un plan premeditado para crear ciudadanos ignorantes? Dudo que quienes nos gobiernan den para tanto, pero ¿acaso hemos censurado alguna vez a quienes han destrozado la Educación con siete leyes educativas politizadas hasta la médula en 40 años? Pues ahora que nadie se sorprenda de que lo único que importe sea salir guapos en la estadística europea.

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