Tristeza infinita. Otro día de bronca, chulería y descalificaciones personales. Subes al estrado y todo es previsible. Raúl habla en voz alta para intentar despistarte. Hace como que habla por teléfono con voz audible e intenta interrumpir el discurso de forma reiterada. Risas y humillaciones de unos parlamentarios que hace meses te aplaudían enfervorecidos cuando defendías el gobierno de coalición. Cosas de 'la política' te dices. Política con minúsculas. Con muchas minúsculas. Vuelves a casa pensando que para qué demonios sigues en esto. Pones las noticias y ves la bronca diaria en el Congreso de los Diputados y la depresión no hace sino aumentar.
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Susana Escribano
¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Qué basura es todo esto? Sí, sí, sí. Lo sé: «Tú no eres inocente». No, claro que no. Pero no me resigno. No me resigno a pensar en un país mejor. Un país donde la reforma sea la ambición principal de la política. El poder es una droga dura. No conozco a nadie que lo haya tenido y que le haya sido fácil desengancharse de él. Es consustancial a la política el ansia de poder. Pero el poder debería servir para mejorar la suerte de los ciudadanos, no solo para pasearte en coche oficial, dar discursos, lucir palmito y estar en las inauguraciones. El poder debe de servir para mejorar la administración haciéndola mas transparente, para reformar nuestra asistencia sanitaria y evitar su derrumbe, para comprometer a nuestro país en las causas mas nobles. Dos año y medio de experiencia de gobierno, en mitad de un drama inesperado, nos sirvieron para conocer el sentido de la política. Intentar salvar el mayor numero de vidas, tomar decisiones difíciles cuando toco, mejorar la comunicación y tratar de generar la mayor confianza posible, en el peor momento posible.
Una administración, un gobierno, es como un portaviones. No es una lancha motora. Desde que quieres cambiar el rumbo, hasta que la nave comienza a girar pasa un tiempo muy largo. La fuerte inercia de nuestras administraciones, la inestabilidad y el ciclo electoral tan corto impiden practicar cambios duraderos y en profundidad. En estos dos años y medio apenas nos dio tiempo a plantear las reformas legislativas necesarias. Teníamos un socio conservador, muy conservador. Evaluación de políticas públicas y transparencia eran palabras que generaban un fuerte rechazo. El código ético duró lo que duró la legislatura. La reforma de la atención primaria, después de meses de reuniones y análisis con las sociedades científicas y profesionales, quedo en un cajón por la cobardía del PP. Hoy sigue durmiendo el sueño de los justos un año después, esperando que la habitual connivencia de algunos sindicatos profesionales con el PP contenga en nuestra comunidad la marea que ya se extiende por todo el país.
¿Para que sirvió todo eso? ¿A dónde estamos llevando esta comunidad? La pasada semana las manifestaciones se convocaron simultáneamente, pero aún no se cruzaron en nuestras calles. El desplante diario del vicepresidente a la oposición, a los medios que le son hostiles o a los sindicatos no hace sino subir de tono. ¿Qué ocurrirá el día que se crucen las manifestaciones? ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que un día alguien pierda los nervios en las Cortes cansado de esta política estéril de insultos y retos?
Mientras todo esto ocurre la ley de derechos y garantías al final de la vida sigue aparcada con maniobras dilatorias en la mesa de las cortes. Mientras esto ocurre, nuestras cifras de paro registrad, los números de sociedades destruidas, la confianza empresarial y el resto de los indicadores económicos y sociales comienzan a desplomarse. Mientras Mañueco se esconde, Gallardo muestra su mentón y sus tirantes con la bandera de España.
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La sociedad castellana y leonesa no sale de su asombro ante la inutilidad del trabajo parlamentario y yo, lamento confesarlo, me siento culpable, muy culpable de tanto desatino. Seguiremos intentándolo.
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