Las tripas

La política leonesa está salpicada de decisiones que arrancan desde ese singular 'punto cardinal'. El mal es genérico pero en las últimas horas especialmente visible en el seno del Partido Popular de León.

Claro que hay razones que justifican lo sucedido. El PP leonés acumula una herencia de complicada digestión. No es fácil dar cabida a tantas familias y tan desestructuradas, unas llegadas desde la dura herencia del 'carrasquismo', otras lideradas por 'paters' que se hicieron con un sillón y ya nunca pudieron sacar el culo del mismo.

Y no son las únicas. Hay familias plagas de supervivientes, bufones más bien, que haciendo gracias a unos y otros se han ido ganando una especie de limosna que les permitía mantenerse en la pomada. Y en la última, o en la penúltima, se encuentran los 'renovadores', tipos extraños que creen que podrían cambiar las cosas e incluso ofrecer a la sociedad un proyecto alejado de las hipotecas pasadas.

No son los únicos dramas que han salpicado a los populares leoneses. Si algún drama mayor se ha unido a esta familia política es su dependencia de los medios de comunicación, en una especie de intercambio de favores que permitía en mayor o menor medida inclinar la balanza.

Quizá todo ello ha derivado en una escenografía tan singular como la vivida en la lucha por la presidencia del PP de León.

El millar largo de votos que separó finalmente en las urnas la candidatura de Javier Santiago y la de Manuel García no fue el fruto de la casualidad.

El futuro presidente de los populares leoneses se veía ganador desde hace semanas porque, como él mismo advertía, el feedback, las sensaciones con la militancia, le hacían sentir el viento a favor. En realidad él caminaba con kilómetros de ventaja sobre su rival.

Y no solo eso. Alejado del inmovilismo de Manuel García, Javier Santiago se había 'pateado' la provincia en busca de apoyos con un discurso de cercanía y renovación y con una apuesta por reconstruir el PP desde dentro.

Todo eso y mucho más parecía ignorar el alcalde de Villaquilambre, Manuel García. Su candidatura se alejó al máximo de los militantes y se encomendó al 'aparato' del partido. Pero en realidad, ésa fue su condena. Los aparatos de hoy sirven para otras cosas, pero van muy justitos para la política.

García armó un proyecto en base al revanchismo y recuperó los 'bajos fondos' del partido. Asesorado por José Miguel González, el diputado nacional obligado a dimitir tras ser cazado con un título falso de Derecho en su poder, recurrió a un detective privado para buscar «mierda» en la candidatura rival. «Si no la encontramos, se la ponemos nosotros», aseguran que se llegó a escuchar en algunas de esas reuniones (grabadas) 'de trabajo'.

El detective hizo su papel con llamadas teledirigidas, reuniones a deshora y un informe final que apuntaba a una trama de irregularidades propias de un complot. El informe terminó en manos del Juzgado, que lo despachó sin miramientos por su nulo peso probatorio.

En realidad, más que una batalla en toda regla el resultado final era un cómic de Mortadelo y Filemón, mal hilado pese a los titulares de prensa y sin consistencia. Esta vez no ganó el tebeo y sí la política, la política que nace en cualquier lugar, menos en las tripas.