Tudanca y Mañueco, sonrientes en las sedes de sus respectivos partidos. Ical

Tres claves para elegir presidente en Castilla y León

La carta del director ·

Un proceso complejo de estas características merece que nos fijemos en detalles y circunstancias que podrían intervenir de manera determinante en el resultado final

Ángel Ortiz

Valladolid

Martes, 28 de mayo 2019

Dos días después de las elecciones autonómicas, y una vez conocidas las valoraciones e interpretaciones que los tres principales partidos, PSOE, PP y Ciudadanos, hacen de sus resultados, ha quedado patente que la designación de presidente de la Junta de Castilla y León no ... será fácil ni rápida. Muy probablemente, cada uno de los tres líderes que tendrán que negociarla en la región, o sea, Tudanca, Mañueco e Igea, está convencido de que los ciudadanos han votado para respaldar, claramente, su propia candidatura. El primero, lógico, porque ha ganado las elecciones. Y con amplia distancia respecto del segundo. Mañueco porque, como ha manifestado, el electorado ha optado mayoritariamente por formaciones de centro derecha y, entre ellas, el PP duplica en votos y más en escaños a la segunda, Ciudadanos. Y, por último, Francisco Igea porque él es el único con capacidad de entregar la mayoría suficiente a uno de los dos anteriores y, puestos a ser decisivos, nada impide que sean otros los que le apoyen a él.

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Pero hay muchos otros factores en juego. Un proceso complejo de estas características merece que nos fijemos con detenimiento en detalles y circunstancias que podrían intervenir de manera determinante en el resultado final, sea cual sea, se produzca cuando se produzca. Veamos.

Matemáticas sí, pero no solo

En democracia operan la aritmética y la teoría de conjuntos. Por un lado, están las sumas. Hacen falta más síes que noes a un candidato. Los números son los que hacen posible (aunque harto improbable) que, si todo el mundo se pusiera de acuerdo, pudiera ser propuesto e investido Luis Mariano Santos, procurador por León de UPL. Eso es así porque los grupos políticos, o conjuntos de escaños, juegan su papel no solo a la hora de alcanzar mayorías, sino también para incluirse o excluirse en alianzas. PP y PSOE son excluyentes. PP y Podemos, Podemos y Ciudadanos, PSOE y Vox, Vox y Podemos son excluyentes. Es decir, no suman. Ciudadanos tiene la llave porque, a pesar de lo que hayan dicho sus cargos orgánicos las últimas semanas, los hechos demuestran que son compatibles con PP y con PSOE. Esa flexibilidad les convierte en protagonistas, a pesar de que solo representan un 15% de los votos.

«El trueque y el reparto entran en el juego y Ciudadanos podrá usarlos con PSOE y con PP en todas las escalas: comunidades, ayuntamientos, diputaciones…»

Debido a ello, alcanzar un número de procuradores suficiente en torno a un candidato no es suficiente. No es lo mismo que el presidente tenga detrás a muchos o a pocos, de muchos colores o de pocos, muy compatibles o poco compatibles entre sí. Si como sugería Igea el lunes en rueda de prensa, existe la posibilidad de que él acabe tomando posesión del máximo cargo autonómico, conviene saber a quiénes, además de a sus doce compañeros, tendría de su lado. ¿A los 29 del PP? No adivino cómo sería el día a día de un Ejecutivo cuya primera autoridad tuviese dos terceras partes del encofrado de su actividad legislativa en manos de terceros. Ahí es donde entra otro principio que a veces olvidan los teóricos o idealistas de la cosa: la política también está compuesta de células. Son personas de carne y hueso, con sus grandezas y miserias, sus debilidades o fortalezas, las que ponen en práctica la administración de lo común. Veremos más adelante que esta posibilidad no es descartable, pero sí bastante frágil, y muy difícil de gestionar a largo plazo.

El tablero es España

Ciudadanos ha dicho que valorará los pactos de toda España en clave nacional. Ha nombrado un comité de pactos. Tudanca ha pedido que la realidad de Castilla y León se interprete y decida en clave doméstica. Y todos, en fin, recordamos que en Andalucía fue Teodoro García Egea, no Moreno Bonilla, quien pilotó las conversaciones del PP con Ciudadanos y Vox hasta firmar el ya bautizado como 'pacto a la andaluza'. O sea, que nuevamente los hechos se imponen: habrá muchas razones ajenas a los intereses del electorado castellano y leonés que intervengan en el acuerdo que facilite la investidura de uno de los tres políticos.

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«¿Cabe elucubrar con la posibilidad de que, dentro de estos trueques, Albert Rivera exija a Casado que, a cambio de Murcia y Madrid, el PP obligue a Mañueco a respaldar una presidencia de Ciudadanos?»

Esas razones son de muchas clases. Las hay de partido, como el hecho de que el PP y su dirección nacional no se juegan lo mismo en Madrid capital y su comunidad que en otras regiones. Casado y García Egea echarán el resto para lograr ambas instituciones. No solo por la supervivencia de las siglas del partido, sino también por sus propias perspectivas personales. De ahí que Ciudadanos, que no podría conciliar ninguna alternativa con el PSOE porque en ambos casos siempre sería imprescindible el concurso de Más Madrid (recordemos lo de los grupos excluyentes), haya deslizado la posibilidad de quedarse para Begoña Villacís la alcaldía a cambio de entregar a Isabel Díaz Ayuso la comunidad.

El trueque y el reparto entran en el juego y Ciudadanos podrá usarlos con PSOE y con PP en todas las escalas: comunidades, ayuntamientos, diputaciones… Por ejemplo, Ciudadanos es clave en Aragón, Murcia, Madrid y Castilla y León. Pero no lo es de la misma manera. En Murcia suma mayoría con PSOE, ha perdido votos respecto al 2015 y para aupar al PP necesitan al menos la abstención de Vox. En Aragón pueden sumar con el PSOE, pero necesitan al PAR; del otro lado del arco, se precisa que coincidan además de PP y Vox, el PAR o los tres de Chunta Aragonesista. En Castilla y León todo es más fácil. De hecho, es donde Ciudadanos tiene todo más fácil. Al PSOE no necesitaría votarle siquiera para hacer a Tudanca presidente. ¿Cabe elucubrar con la posibilidad de que, dentro de estos trueques, Albert Rivera exija a Casado que, a cambio de Murcia y Madrid, el PP obligue a Mañueco a respaldar una presidencia de Ciudadanos? ¿Cabe entender, por la parte más química, que en Ciudadanos paladean ya la dulce oportunidad no solo de gobernar, como decía Igea en rueda de prensa, sino de «presidir»?

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Cambio, cambio, cambio

Vistas las dos posibilidades que podrían beneficiar los intereses de Mañueco o Igea en estas negociaciones, hay que recordar que la llave de la gobernabilidad está en manos de un procurador, Francisco Igea, que desafió a su partido contra el dedazo que le quiso imponer para situar a la expresidenta de Las Cortes, Silvia Clemente, como candidata. Y lo hizo, o por lo menos así lo defendió, para rechazar que su partido acabara dirigido por una figura política que representaba, desde su punto de vista, lo peor de los 32 años de gobiernos del PP en la región. Pensemos que ahora quien estaría al mando de esos posibles 13 escaños sería, pucherazo mediante, Silvia Clemente. ¿Qué negociaría ella en estas circunstancias? ¿Qué reclamaría al PP o al PSOE? ¿Qué ambicionaba Albert Rivera cuando quiso entregarle el partido en bandeja? ¿Quedarse con una consejería y la presidencia de Las Cortes? Las células políticas de Igea (con el tercer mejor resultado del partido en todo el país) esconden el gen del cambio. Y el cambio, la posibilidad de variar una situación que se perpetúa desde hace tanto tiempo, es lo que más favorece la llegada, por la vía que sea, del PSOE y Tudanca.

Hace ocho años tuve la oportunidad de vivir como director del diario HOY de Extremadura la victoria del PP en la región y cómo, fruto de una pulsión parecida, José Antonio Monago pactó el apoyo de IU para echar al PSOE de la Junta. Ni el entonces líder nacional de IU, Cayo Lara, logró imponer, desplazándose varias veces a Mérida, el sentido del voto de los tres diputados de izquierda a favor de Fernández Vara. El político socialista, que el pasado domingo logró su segunda mayoría absoluta, cometió el error de ponerse nervioso, caer presa del pánico y, desde la propia noche electoral, poco menos que suplicar el apoyo de IU... Lo que vino después, lo conocemos.

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Hay que armarse de paciencia. Y recordar que no todos son matemáticas; que la decisión final dependerá de muchas personas, voces e intereses, que no se tomará necesariamente en territorio castellano y leonés; y que minusvalorar la condición humana, como un natural deseo de cambio, rebeldía o contestación, puede ser determinante.

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