ÓPresentación de candidatos socialistas a las alcaldías de Castilla y León en la Cúpula del Milenio con motivo de la visita de Pedro Sánchez el pasado 21 de enero. CARLOS ESPESO

Tres alcaldes para una capitulación

Aquí, Marie Kondó hubiera visto la luz mucho antes, y no solo porque tener tres hijos es como fundar una pedanía

Rafa Vega

Valladolid

Miércoles, 1 de febrero 2023, 00:07

Marie Kondó ha necesitado tres hijos para alcanzar la iluminación reveladora que centellea entre el fascinante y milagroso caos infantil, así que se rinde. Es probable que la suya no sea una capitulación total y que su armario ropero siga pareciéndose al del Hombre ... del Bicentenario, pero ha descubierto la falta de sentido que cubre cualquier contumaz empeño por ordenar una y otra vez el mundo diminuto, orgánico, febril e impredecible de sus criaturas; un mundo de caos entre la felicidad y la congoja gracias a sus trifulcas, sus diabluras, sus necesidades, sus demandas y sus ocurrencias. Es decir, de niños.

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Aunque en el fondo no lo reconozca, esta rendición que ha puesto a media grey 'millennial' patas arriba y ha producido toda una corriente de apóstatas atribulados asume el fracaso de un propósito atávico y conmovedor. Recoger a todas horas una habitación infantil repleta de juguetes y cachivaches responde al mismo empeño fútil y baladí que nos obliga a poner una y otra vez al día ese calendario nuestro, tan irritante, que nunca cuadra; el mismo que busca de forma obsesiva un sitio para cada cosa y una ley para cada fenómeno del Cosmos entre lo cuántico y lo grandilocuente.

La célebre ordenadora ha necesitado tres hijos para deshacerse de los consejos que vende. Supongo que los habrá doblado con cuidado y se habrá dirigido a ellos con gratitud ceremonial por los servicios prestados antes de darles el definitivo matarile y gritarle al mayor desde la cocina que se lave las manos para ir a cenar, mientras prueba la temperatura del biberón del pequeño en la piel del antebrazo entre bodies colgados y tetinas estériles sumergidas en una cubeta. Ojalá sea así, porque la experiencia es inolvidable. Aunque tiene mérito el hecho de que haya necesitado tres hijos –lo que demostraría su heroico proceder tras el natalicio de los dos primeros– para alcanzar la iluminación y caer en la cuenta, al fin, de que el orden, ese enemigo de la fluidez que se deja bambolear por el oleaje de la vida, del efímero latido inestable de las cosas; el mismo orden artificial y delirante que impuso la línea recta a la naturaleza de los jardines versallescos y que aún no sabe cómo mantener sin una periódica labor de jardinería, tampoco tiene cómoda cabida en el caprichoso y pueril amanecer de las conciencias.

En Castilla y León Marie Kondó hubiera visto la luz mucho antes. No solo porque en esta tierra nuestra tener tres hijos es como fundar una pedanía, sino porque nos basta el caos institucional para rendirnos a la evidencia. Un mundo diminuto, orgánico, febril e impredecible de cargos públicos ensimismados; un mundo de caos entre la felicidad y la congoja gracias a sus trifulcas, sus diabluras, sus necesidades, sus demandas y sus ocurrencias. Es decir, de alcaldes. Y no me refiero a adversarios políticos, sino a hermanos de una misma familia, como los tres vástagos de Marie Kondó que han logrado su capitulación.

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En la familia socialista autonómica, por ejemplo, el cuarto de juegos apunta al desbarajuste. Allí se compaginan los entretenimientos del alcalde de Burgos, que aprueba en un pleno municipal una proposición socialista para abolir las armas nucleares, con el del primer edil de León, José Antonio Díez, haciéndole guiños risueños a las travesuras nucleares de un 'meme' gracioso en el que aparece pulsando el botón rojo que haría estallar Valladolid con una bomba atómica para ofensa infinita de Óscar Puente, que ha optado por rasgarse las vestiduras como un ofendido integrista. Así que aquí nos rendimos también a lo Marie Kondó, aunque den ganas de doblarlos a los tres cuidadosamente, dirigirnos a ellos con gratitud ceremonial, y lo que venga.

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