Ser políticamente correcto no se estila ni en la propia política. Sacar pecho de las acciones ajenas es el traje de moda que se ha enfundado el presidente Sánchez, al que, por cierto, le queda como un guante. El trasfondo de los fondos europeos aquí ... en España se asemeja a la imagen inerte de un maniquí, bien presentable y protagonista del escaparate nacional, pero que oculta una total inacción y, de paso, disimula sus vergüenzas.
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Como si se tratase del modelo más cotizado de las pasarelas, el caché de Sánchez se elevó hasta los 70.000 millones de euros. No quiero quitarle el más mínimo mérito, pero de verdad, ¿alguien piensa que la lluvia de millones se le asignó por méritos propios? Sus ministros sí lo creyeron y, por eso, lo recibieron hace dos años entre vítores y aplausos, en un paseíllo nada improvisado que hoy sonroja al más confiado del equipo. Dos años después, las dudas sobre la ejecución son incalculables y, por si fuera poco, Bruselas, brazo ejecutor, no está nada conforme con la hoja de cálculo, más que nada porque no existe.
No me parece justo el reparto. El mismo gobierno que es capaz de retirar una ayuda social a una familia vulnerable por incompatibilidad, ha decidido destinar 300 millones a rehabilitar sus edificios públicos porque así el mundo será más verde, aunque los demás sean más pobres. ¿Ese destino eleva el potencial económico de España? No lo creo, pero el ego roza niveles estratosféricos.
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