Los hechos son como son cuando deseamos que fueran como quisiéramos. El tiempo da y quita razones, pero no es el fiel de la balanza de las consecuencias de nuestras acciones. La vida duele porque no se ajusta a la naturaleza de nuestros intereses, son ... nuestros intereses los que nos obligan a una programación de la realidad, cuyos imprevistos hechos terminan por volverse contra nosotros. Somos parte de la vida y nuestra mente es parte de la realidad. Esta doble identidad está en la raíz de muchos de nuestros problemas.
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Circunstancias son las que nos obligan a ser como somos, no hay programación a largo plazo del humano que resista. Cambiamos permanentemente de planes para adecuarnos a los vaivenes de la vida, que equivale a reconocer nuestros caprichos y los de nuestros semejantes. El círculo de nuestros errores es complicado pero el de nuestros aciertos es azar. Vamos siempre a remolque de los hechos que nos afectan, las correcciones suponen nuevos errores, y el ciclo no tiene fin, pues si lo tuviera, sería el principio del fin de nuestra especie como grupo pensante y por tanto humano.
Aquello que hoy nos mueve mañana nos detiene. La razón es un fraude; un mundo que se engaña a sí mismo a base de inteligencia. La realidad no es más real que la ficción, ni esta más ficticia que la realidad. Los hechos no solo son engañosos, son pertinazmente arbitrarios.
No hay ley que proclame la primacía de nuestros hechos sobre nuestros sueños.
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