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Afloja el fuelle movilizador de los nacionalistas que van a la Diada, la de menos asistentes en los últimos años. Hasta ahora no bajaban de un millón de feligreses y tengo la sensación de que cada vez son más los catalanes que, en principio, se ... creyeron lo de la independencia para mañana, y que sienten ahora que han sido estafados en sus emociones por quienes les crearon esa expectativa.
No hay más que ver cómo ha proliferado el uso de la palabra 'traidor'. Primero, aplicada a los 'españoles' del PSC; luego, evitada por Puigdemont, que prefirió no convocar elecciones y huir a Waterloo, ante el miedo a que los 'rufianes' le colgaran el letrero de traidor con 155 monedas. ¡Ahora llaman traidor hasta a Torra!
Se ha sembrado tanto odio –esa seguridad confortable del odio al otro como elemento aglutinante de la comunidad nacionalista–, que ahora cualquiera que se salga un milímetro de la estrategia más radical es tildado de traidor.
Los nacionalistas catalanes han pasado de exigir la independencia para mañana a pedir que saquen a los presos. De crear una ensoñación futura ilusionante, a resignarse a la frustración de los presos con ataques preventivos a la sentencia del Tribunal Supremo. Se trata de un reconocimiento de la derrota en su objetivo máximo. Pueden tener su capacidad de convocatoria menguante, pero queda claro que el objetivo de la independencia está obstruido y que ahora la agenda nacionalista está colapsada por las consecuencias penales y políticas del 'procés' unilateral. No es lo mismo pedir la salida de los presos que 'construir' la república.
Pueden pasarse un rato buscando culpables, deporte nacional en el que seguro que encuentran a otro traidor, pero está claro que los nacionalistas radicales han pasado de buscar un fin a convertirse ellos en un fin en sí mismos. Ya les ha pasado antes a otros nacionalistas radicales en otras partes de España.
Hay síntomas autoritarios y de contrapolítica preocupantes. La ANC no ha reservado en esta Diada un espacio en la manifestación a los políticos de toda la vida, incluidos los de ERC, y son ellos quienes se erigen en auténticos 'portavoces del pueblo', traicionado también.
Hay en Cataluña un vínculo emocional muy fuerte, religioso, entre los más independentistas que viven bunkerizados ante cualquier influencia externa, pero hay otra parte que ha comprobado la imposibilidad de lograr la independencia, con apoyos automáticos prometidos en Europa y que, en realidad, nunca llegaron.
No sé cómo será la sentencia del Tribunal Supremo, tildada de «vergüenza» por el presidente del Parlament, pero imagino que no supondrá la libertad de los reclusos, con lo que obligará al nacionalismo a aparcar la independencia por unos años.
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