Las dos abstractas fechas y el olvido, pedía Borges. Lo que transcurre entre esas dos fechas, entre una hoja de calendario y otra, es la vida. Todo esto, que diría Robert Graves. La vida es lo que sucede mientras tanto. Trump y Musk, Putin y ... el presidente chino, esos así, pueden pensar lo que quieran, hacer lo que se les antoje, jugar al Monopoly. Pero mientras se instauran o no los aranceles para dar paso a un tiempo de pobreza; mientras estalla la inevitable guerra con China; mientras se reabren los campos de concentración y se contrata de carcelero a un sicario como el de El Salvador –no me acuerdo de su nombre, no paga el tiro mirarlo–; mientras regresa o no el fascismo; mientras la firma de alguien que apenas sabe leer arrebata derechos que han costado muertos y décadas, mientras, transcurre la vida. Quizás usted no sea feliz. Los hombres mueren y no son felices, dice Camus en Calígula. Acaso las cosas no vayan bien en su matrimonio. O sí. Tal vez su hijo beba en exceso, o esté enfermo o ve que el tiempo pasa, pasa, pasa. El bobo de Trump puede encarecernos un coche o dificultarnos la entrada en Nueva York. Moscas cojoneras. El número de estúpidos es una constante, en todas las escalas sociales, ahí están siempre, nos recuerda Cipolla. Si las cosas se les van de las manos –Ucrania, Gaza…– sí que pueden interferir en nuestra vida, jodérnosla. Pero, mientras la vida sea aquello que acaece mientras tanto, olviden a los brutos, a los avarientos, a los macarras de discoteca. Su vida es suya, no pierda mucho tiempo con ellos.

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