Ramón Tamames. Reuters

Tiempo, ten piedad

Yo me voy haciendo viejo, estoy rodeado de viejos y compruebo que el paso de los años, en contra de lo prometido, únicamente potencia lo peor de nosotros, nuestros defectos

Tomás Val

Valladolid

Jueves, 30 de marzo 2023, 00:04

Ser viejo es un destino que casi nadie prevé. Simone de Beauvoir tiene un libro titulado 'La vejez' preñado de reflexiones más que interesantes y actuales acerca de la marginación y el abandono. Dice que, si fuéramos preguntando a los más jóvenes, nos dirían que ... nunca vivirán más allá de los sesenta años, que están seguros de que morirán mucho antes. Mienten, mienten por partida doble. La juventud se piensa que es eterna, que nunca abandonará esa edad. Pero eso no es lo más sorprendente: les parece bien, están de acuerdo en que así sea; ellos jóvenes 'ad infinitum' y los demás viejos.

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Lo políticamente correcto sería que esta columna fuese un elogio de la ancianidad; un anuncio de televisión con abuelos llenos de vitalidad, hermosos, disfrutando de un vigor envidiable. Tanto nos lo han vendido que hemos llegado a creérnoslo: una etapa serena, henchida de sabiduría, dorada. Pero no, casi nunca he visto eso, no era necesario que viese a Tamames en la pasada moción de censura para saber que la vejez es una mierda. Yo me voy haciendo viejo, estoy rodeado de viejos y compruebo que el paso de los años, en contra de lo prometido, únicamente potencia lo peor de nosotros, nuestros defectos. Es obra del miedo, el gran acompañante de los ancianos.

¿Siempre fue así Ramón Tamames? Me aseguran que sí, pero mucho menos evidente, sin el patetismo que añade la ancianidad. Ya sé, ya sé que la norma no es universal; que sus madres o abuelos son ancianitos maravillosos plenos de sabiduría y dulzura. Pero a la mayoría no nos sienta bien el paso del tiempo y cualquier día nos encontramos haciendo el ridículo, haciendo un Tamames. Tiempo, ten piedad.

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