En las rotondas cercanas a los restaurantes, a esa hora en la que concluyen las sobremesas; en los cruces próximos al alba, cuando terminan las fiestas patronales; en las carreteras de incorporación que nos llevan de la discoteca a la autovía; entre dos luces, cuando ... el día concluye y parece que el cuerpo necesita un cubata, un descanso, una copa… En esos sitios y en más vemos a los guardias de Tráfico mandándonos soplar para comprobar si hemos bebido en exceso, si somos un peligro, carne de tragedia y de multa. 0,5 g/l en sangre es la tasa actualmente permitida, el límite en el que nos ordenan quitar la boquilla y nos desean buenas noches. Puede continuar. Parece ser que se está estudiando rebajar esa tasa al 0,2%, apenas nada, una caña, un vino, un beso apasionado. Sólo el 0,0 es seguro al volante nos dice la Administración y, mientras, veo enormes colas para poder entrar a establecimientos en los que te dan medio litro de cerveza por 2 euros. Veo que se cierran calles para poner terrazas. Veo que los chavales salen de los chinos y de los súper con cargamentos de botellas. Veo que todo se celebra con alcohol y que al desgraciado que no bebe se le mira mal. Algún día los abstemios tendrán que contarnos lo mal y lo apartados que se sienten en un mundo en el que la diversión está asociada a las drogas y al alcohol. Es así, señores: sus hijos beben desde muy jóvenes, casi todos los fines de semana vuelven borrachos y colocados. Y les parece normal y nadie hace nada por cambiar esa cultura. Lo de Tráfico es un ejemplo más de la hipocresía en la que vivimos, de cómo la Administración se lava la conciencia.
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