Tiene Borges un cuento –acaso 'El rigor de la ciencia', no estoy seguro. Antes, cuando tenía que verificar en las enciclopedias, me costaba menos hacerlo que ahora en Internet– en el que nos habla de un lugar donde que los cartógrafos eran tan minuciosos que ... hacían mapas a escala real. La descripción exacta de un mundo, de un imperio, qué fidelidad en la mirada. Nosotros, lejos de ese virtuosismo, podemos intentar hacernos una idea global en este 2024 que empieza. Más elementales que los cartógrafos borgianos, intentemos hacer un dibujo uniendo puntos, como en aquellos libros infantiles en los que los trazos iban conformando un perrito, una estrella, una sirena, un árbol…
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Veamos: unimos Ucrania con Gaza, a Trump y a Milei, el ascenso de la extrema derecha en casi todo el mundo y la casi inmortalidad de Xi Jinping y de Putin, el griterio de Meloni, la senilidad de Biden, la inutilidad de la ONU, la barbarie de Netanyahu, la estupidez de Maduro, la inmovilidad cadavérica de Cuba… ¿Adivinamos ya alguna figura, intuimos el resultado final? Sigamos con las terribles medidas migratorias de Inglaterra, el protofascismo de Hungría, de Polonia, de Austria… Hay tantas elecciones en 2024 y no parece que vayamos a acertar. Y acabemos en el cambio climático y los cientos de millones de personas que van a tener que buscar otro hogar, otros cultivos; en los misiles de Israel, de Irán, del Líbano.
¿Qué ven, qué clase de monstruo hemos dibujado uniendo esos puntos, no todos, de la actualidad? Es feo, muy feo. Como demiurgos no somos gran cosa. Esperemos que, como adivinos, tampoco. Feliz año nuevo.
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