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Cuando hay mucho ruido, cuando la algarabía de voces resulta casi ensordecedora, conviene mirar qué bocas están calladas para así comprender mejor la situación. Lo que no se dice, lo que se silencia, resulta más revelador que lo que se grita. La decisión del PSOE de entregar la Alcaldía de Pamplona a Bildu ... ha destapado un poco más la caja de Pandora. Si el griterío, con lo de la amnistía, era grande, ahora viene Pamplona para rematar la faena. Lo que se dice, lo que se piensa, la que le está cayendo encima a Sánchez –no diré yo que no merecidamente y espero no encontrarme con Óscar Puente en cualquier esquina– ya lo conocen ustedes. La Alcaldía de Pamplona, arrebatada a UPN, y entregada a Bildu. A Bildu. ¿Y qué dice el PNV de todo esto? ¿Qué les parece a los nietos de Arzalluz que su partido rival, más rival que el PP o el PSOE, adquiera ese protagonismo? No oigo nada, silencio en la noche, que decía el tango. Lo que yo creo es que esa alcaldía para los de Arnaldo Otegui forma parte del pacto que PSOE y PNV han alcanzado para que estos, tras las próximas elecciones vascas, sigan gobernando en Euskadi. Tú me votas la investidura y yo te voto en Ajuria Enea. ¿Y yo, qué me llevo yo?, pregunta Bildu. Pues Pamplona y otras sinecuras que irán cayendo en las próximas semanas o meses. Do ut des, decían los latinos, te doy para que me des, y también quid pro cuo, que no significa lo mismo pero que en este caso nos sirve perfectamente. El PNV sólo puede existir si sigue gobernando y Pamplona –y Navarra entera– es una misa que bien vale oír por París y quien dice París dice Vitoria.
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