Y, de pronto, el infierno abre sus puertas en Israel, en Gaza. No es que habitualmente aquello sea un paraíso, ni mucho menos, pero los actos terroristas cometidos estos días por Hamás y la consiguiente respuesta del gobierno de Netanhayu empeoran una situación ya desesperada. ... Las imágenes son insoportables: cómo los terroristas ametrallan a los jóvenes asistentes a un concierto, cómo se llevan secuestradas a jóvenes, cómo entran en un poblado y matan fríamente, A sangre fría, a sus habitantes... Y a los perros. El oficio de los terroristas es odiar, odian hasta a los perros. Y es igual de terrible ver a los palestinos bombardeados, asesinados, privados de vivienda, de luz, de agua…
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Ya habrán oído ustedes muchos análisis de esta nueva guerra y de lo sorprendente que resulta que Hamás haya burlado el, se supone, más perfecto sistema de vigilancia del mundo. El Mossad, Pegasus, la CIA, la de Dios... Mucha palabrería, mucho charlatán.
Otra guerra, lo que nos faltaba. Estamos como para tirar cohetes. Pero no me asombra tanto esa barbarie como nuestra pavorosa incapacidad para pararla. El mundo se mata, arde, se destruye, mueren judíos, palestinos, ucranios, armenios, libios, sirios, sudaneses, afganos, rusos… y no podemos hacer nada. Seguir sentados en el sofá, mirando como tontos. Y no es ironía ni sarcasmo ni siquiera crítica. Usted, yo y miles de millones de personas no podemos hacer una mierda para que este mundo sea más grato. Sólo dar los buenos días, ser amables. Buenos días, que tenga usted un buen día. Adiós, adiós.
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