La propia Maria Antonieta hizo el papel de Rosina, protagonista de Las bodas de Fígaro, la comedia escrita por el bribón de Beaumarchais. La obra, ridiculización de la aristocracia, había sido prohibida por Luis XVI, pero, un gran calzonazos, no supo resistirse al capricho de ... la reina. Toda la nobleza acudió entusiasmada al estreno en el teatro real, que convirtió a Beaumarchais en una estrella social, sin darse cuenta de que esos entusiasmados aplausos eran los primeros de la Revolución cercana. El principal pecado de las sociedades degeneradas es la estupidez y Luis XVI -Luis Capeto en el cadalso- y Maria Antonieta fueron más estúpidos que malvados.Escribo al concluir la votación de la Ley de Amnistía, que Junts ha tumbado por considerarla insuficiente, y todo este asunto cada vez me recuerda más a Las bodas de Fígaro, al ridículo empeño de una disoluta aristocracia por ensalzar una obra que contribuirá a llevarla a la guillotina y que alumbrará un Napoleón. Cada vez es más inexplicable el apoyo de la izquierda a este pacto con la derecha catalana. Inexplicable y suicida. Aunque es muy arriesgado hacer previsiones en política, ese matrimonio anti natura conducirá a las fuerzas progresistas a una larga travesía del desierto y, mucho me temo, a un nuevo Napoleón. Y también está desprestigiando muchas cosas buenas. Todas las mejoras sociales de este gobierno quedan eclipsadas por ese pacto maldito y la ignominia de Puigdemont y sus conmilitones hace que cosas nobles se contaminen y empobrezcan. Y ese es un gran peligro, señores del PSOE.

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