El Partido Popular es incapaz de articular las razones por las que ha convocado una manifestación para mañana. ¿Un acto de partido, una movilización de apoyo a la investidura de Feijóo o una manifestación contra una amnistía en ciernes? Sírvase usted mismo. Desde que Vox ... anunció la posibilidad de participar, perdieron los papeles del libreto porque temen una foto que el PSOE paseará durante el intento de investidura. Con lo fácil que hubiera sido no convocar nada. El PP sigue con sus complejos de marca –«maricomplejines», lo llama Jiménez Losantos– y da razones dispares y contradictorias por el temor, más bien miedo, a que se le señale como socio de Vox. Mientras tanto, el PSOE, con absoluta desvergüenza, saca a la pista de baile a filo terroristas y golpistas, blanqueando sus trayectorias y ofreciéndoles España, para que la moldeen a su gusto, como si fuera de plastilina. El PP necesita a Vox, pero se avergüenza de Vox y lo quiere de tapadillo, como una querida a la vieja usanza. ¿Es más denigrante pactar con Vox que con Bildu? ¿Cuántos asesinatos y cuántos trinques tiene Vox en su mochila? ¿Mejor golpistas de derecha que, para eludir el señalamiento de corrupción tuvieron que cambiar incluso el nombre del partido, como Junts per Catalunya, la otrora CyU de Pujol? ¿Es preferible un fugado de la Justicia, que lleva cinco años enfangando el nombre de España? ¿Cuándo se va a enterar el PP de que si Pedro Sánchez –que busca votos hasta debajo de las piedras–, pudiera pactar con Vox, lo haría sin pestañear? Y todo el PSOE aplaudiría con entusiasmo.
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Rajoy, el pusilánime, medroso, dubitativo y acomplejado, que ni con una mayoría absoluta fue capaz de articular una política propia del PP, parece que dejó sus tics y trabalenguas grabados a fuego en el partido. El que le siguió, Pablo Casado, incluso hizo suyas las tesis de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, porque él también quería jugar a 'progresista'. Después de una de las intervenciones más bochornosas que se recuerdan en el Congreso de los Diputados, demonizando a Vox por haber presentado una moción de censura, tuvieron que apartarlo por aquello de que «lo que natura no da, Salamanca no presta». Y llegó Feijóo, que tampoco encuentra un lugar propio en la regleta ideológica y siendo naturalmente de derecha, quiere parecerlo solo un poquito. La derecha se avergüenza de ser de derecha, de hacer políticas de derecha y de pactar con la derecha, mientras que el PSOE, que no sé si es de derecha, de centro, de izquierda o de Tutankamon, pacta con pluma, escama, pelo y encima bautiza el contubernio con el nombre de progresista. Todo el que pacte con el PSOE, aunque sea un terrorista, engrosa las filas del progresismo, porque ese es un carné que expide el de los pantalones pitillo.
En el PP abundan los 'mariaguardiola', que se santiguan si ven llegar a alguien de Vox, aunque en la intimidad hablen 'voxista', como Aznar el catalán. Mal lo llevan si ellos mismos señalan como indeseables a los únicos que pueden ayudarlos, hasta el punto de que en el electorado se asiente la idea de que, menos VOX, cualquier opción es buena. ¿Cuántos votos regalaron por ese complejo? 'Ser o no ser', que se aclaren de una vez, si no quieren seguir siendo los aliados externos de Pedro Sánchez.
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