No parece «la tonta del bote» y hasta tiene en su sonrisilla algo de la pícara capaz de quitar el reloj mientras pregunta la hora, pero doña Isabel, ministra de Algo y portavoz del Gobierno, puede partirse de risa mientras retransmite un entierro. Ella se ... ríe porque lo suyo es reírse, pero puñetera la gracia que hace con su risita cuando, cínica como su amo, adelanta 24 horas la votación de la investidura: «Lo que diga mañana el presidente del Gobierno será también lo que ocurra en los próximos años porque ha demostrado que cumple su palabra». ¿Estaba de cachondeo, un poco piripi, insomnio, buscando la continuidad...? La doñita no tiene cara de «tonta del bote», pero quién sabe, Óscar Puente también parecía un indomable montaraz y cuando le acariciaron el lomo se convirtió en un siamés de pelo sedoso.El exministro socialista Sáez de Cosculluela también se adelantó el martes y no perdió mucho tiempo a la hora de manifestar su hartazgo con la votación del jueves: «Me dais vergüenza». Como si al flautista y a sus ratones/as les importara. Posiblemente se den vergüenza ellos mismos, pero si hay donde mojar... ¡Por el chusco seguía el lazarillo a su amo!
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La pasada semana, casi todos los diputados socialistas de Castilla y León salieron en tropel para aclararnos que, con el voto de los castellanoleoneses, se cachondearían de nosotros porque iban a dar a Sánchez un sí más grande que el Parque Natural de las Hoces del río Riaza. No hace falta acudir a un psicólogo para entender que salieron empujados por su mala conciencia y porque, en el fondo, se dan un poco de asquito. Hoy dicen lo contrario de lo que dijeron, como dirán mañana lo contrario de lo que dicen hoy. Si se lo mandan. Lo de la desvergüenza es un sentimiento generalizado en la calle, pero no compartido entre los conmilitones del Congreso de los Diputados. Todos, al rebufo de la pitanza que les ha tocado en el mercadillo, estaban dispuestos a mirar para otro lado, por aquello de «ande yo caliente y cabréese la gente». Para todos ellos llueve café en el campo y la indignación que en España produce un Gobierno claudicante, mercantilista y arrodillado ante un huido de la Justicia se la pasan por el arco del triunfo. Uno de los fugados, uno de los amnistiados, ha estado oportuno al referirse a Pedro Sánchez rescatando las palabras que le atribuyen a Roosevelt: «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». Para analizar.
Hemos visto en muchas películas cómo en épocas pretéritas los terratenientes imponían a sus lacayos en las elecciones, facilitándoles dinero para que pagaran «el voto de la morralla». Veíamos las escenas con la superioridad del que vive en un mundo diferente, en el que esas prácticas están erradicadas... ¿Erradicadas? ¿Es que no han comprado el voto de muchos diputados, incluso con dinero y en un intercambio de favores, «tú me das, yo te doy», para lograr la investidura? ¿Qué diferencia hay entre el terrateniente que imponía en la alcaldía a su contable comprando los votos y lo que vimos en el Congreso de los Diputados el pasado jueves? La diferencia más notable es que el ricacho pagaba de su dinero y ahora usan el nuestro. Castilla y León pondrá muchos millones para pagar a los golpistas una hazaña que les ha salido muy rentable. Al precio que se cotizan, ¿cuánto valen doce diputados? Pues Castilla y León, que los tiene, será una de las paganas. Sorpresa ninguna, aunque Leguina y otros ingenuos confiaban en que la felonía no llegaría a buen puerto. Ciertamente están en el pasado.
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