La cosecha en una tierra de Monzón de Campos. Antonio Quintero

Tocar suelo

La trilla ·

«También es necesaria una adecuada gestión integral de los recursos hídricos, más allá de la contraproducente regionalización de política del agua»

Juan Quintana

Valladolid

Viernes, 18 de diciembre 2020, 07:42

En España la superficie de tierras de cultivo ronda los 16,9 millones de hectáreas, en torno al 10% de toda la que se cultiva en la Unión Europea (UE), representando el 33% de la superficie total de nuestro país. En Castilla y León hay ... 5,5 millones de hectáreas de cultivo, prados y pastizales, el 58,4% de su superficie total. El suelo es la base sobre la que se desarrolla todo nuestro modelo alimentario. Pero un suelo sano también debe mantener muchos ecosistemas imprescindibles que dan respuesta a numerosos retos de la humanidad. Es una base productiva que se ve amenazada por el crecimiento acelerado de la población mundial y de la consecuente demanda alimentaria, la sobre explotación en determinadas zonas, el cambio climático, etc.

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España es el país europeo con mayor riesgo de desertificación de la Unión Europea. Casi las tres cuartas partes de nuestro territorio se encuentran en esta situación, y según las previsiones, el 20% podría transformarse en desierto de forma irreversible, lo que sitúa a la degradación del suelo como el mayor problema medioambiental de nuestro país.

En este sentido, una de las alternativas para numerosas zonas de producción es la agricultura de conservación, que reduce la pérdida y degradación del suelo, basándose en la supresión de labores, el desarrollo de cubierta vegetal y la rotación de cultivos, entre otros. También es necesaria una adecuada gestión integral de los recursos hídricos, más allá de la contraproducente regionalización de política del agua.

Es cierto que son muchos los proyectos que se están acometiendo desde diversas organizaciones, pero quizás van más despacio de lo que avanza la desertificación y la consecuente pérdida de suelo. En todo caso, el recurso más escaso sigue siendo la conciencia social sobre este trascendente problema medioambiental, sin la que difícilmente se van a asumir compromisos políticos que se traduzcan en verdaderas estrategias de recuperación.

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