Titirimundi ha llegado a nuestra tierra. Por fin. Teatros, teatrillos, calles, plazas, rinconadas, patios y jardines se llenan de magia y de oleadas de risa. Los simples, acaso confundidos, piensen a estas alturas que Titirimundi es un festival para niños. Pues no, ni mucho menos. ... Se trata de un festival para todos los públicos, pero algunos espectáculos, acaso los más insólitos y audaces, suelen ser en exclusiva para adultos. Un tosco muñeco de madera con dos ojos y una boca puede emitir juicios que serían difíciles de aceptar en un actor. De ahí su atrevimiento cercano a la desfachatez. Trasgresores puros, ni saben guardar las formas ni conocen el respeto. Llegan los títeres y llega el escándalo, el incordio, la delicadeza, la poesía, la paradoja, el surrealismo. Hoy por hoy son más necesarios que nunca. La gente siempre se sorprende ante una bandada de zapatillas volando. Lo dice Jaime de la Chana, que este año estrena obra en homenaje a La Revuelta Comunera y llena el escenario de vellones de lana y de ovejas merinas. Ver volar una paloma no produce vértigo. La búsqueda incansable de la metáfora obliga a retorcer la realidad, a sacar jugo de limón de una raja de leña. De ahí que veamos bandadas de zapatos o de zapatillas volando y piando camino de las tierras cálidas. Y de ahí que los niños, pero también los adultos, se queden boquiabiertos y estremecidos un año tras otro ante los acontecimientos asombrosos que nos traen los titiriteros. El no va más: un boquerón planta cara a una ballena.
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Necesitamos Titirimundi más que nunca. Este año, entre otras compañías, con Nao D,amores. Casi nada. Lorca diría que es preciso que se expanda su semilla trasgresora por los pueblos y ciudades de esta tierra mansa. Qué bien lo atisbó Julio Michel, el gran titiritero. Asistía a los más prestigiosos festivales del mundo para pescar en sus aguas y luego traer a Segovia, pero también a Zamora, Medina o Valladolid, una parte de sus descubrimientos. Creo que no exagero si digo que Castilla y León, en tantos aspectos secundona, lleva años en la vanguardia de este arte esencialmente popular y transgresor. Ahora bajo el timón de Marian Palma. Como los niños, qué vienen, qué vienen, siento un hormigueo en las tripas desde una semana antes. Pues ya no vienen, que los tenemos aquí haciendo de las suyas. Encandilando a un público que lleva un año y medio sometido a tensiones de todo tipo. Por si fuera escasa la tensión de la pandemia, llega ahora Afganistán a colmar el vaso. No podemos asumir tantos acontecimientos macabros. Más que nunca necesitamos que la poesía invada nuestras vidas. Con prudencia, por supuesto. Titirimundi es la poesía que viene a salvarnos.
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