Sánchez propuso seis meses de estado de alarma porque lo mandaban los expertos, ese designio. Lo dijo la portavoz del Gobierno Maria Jesús Montero, que es la Alexandria Ocasio-Ortez con farolillos. Antes la gente hacía cosas porque se lo ordenaban las voces, y ahora ... se lo ordena la ciencia. La ciencia así globalmente es como el amor, que no es nada. Un investiggador puede justificar cualquier principio: unos científicos apoyaron el confinamiento de Sánchez y otros, lo de Boris Jonson. En esta pandemia se lleva mucho el experto porque se supone que en los gobiernos no los hay, lo que llama la atención. En Madrid aplicaron la semana pasada el toque de queda que prohibía salir a la calle para reducir las reuniones en las casas y ahora mantienen el toque de queda, pero permiten las reuniones en las casas. Hasta Fernando Simón, fakir de mis pandemias, alude a una lista de expertos que le asesora pero no la nombra porque asegura que es demasiado larga. Simón es el eslabón perdido entre la política y la ciencia, uno de los mayores cortocircuitos de lo público que yo recuerde. Fue Simón -la moto, el globo y la almendrita-, el que puso a la ciencia simbólicamente a los pies de los caballos. Sánchez hacía lo que decía él, pero igual era al revés. Simon, angelote zaragozano, me recuerda al muñeco que pisa la uva en el puesto de vinos de las ferias y eso me hace caer en la cuenta de que ya no hay ferias, ni hay discotecas, ni abrazos ni, en general, nada. Decía que Simón viene a aparecerse de este lado del espejo de la política y apunta la conveniencia de seis meses de estado de alarma, ciento ochenta días con sus noches. Es curiosa esta manera de estar en la vida en la que uno no sabe lo que va a suceder dentro de cinco días pero sí dentro de cinco meses. La ciencia es esa cosa y Simón, ese político. Pensábamos que se había terminado y que se aparecería contando lo de la tabla de surf en algún programa de isla con escasez y palafito, pero ahí lo tenemos, pisando la uva de la segunda ola. Los supervivientes somos todos los que sobrevivamos de momento, naturalmente y Simón se queja de que durante la desescalada les resultaba agotador tener que aprobar las medidas sanitarias en el Congreso cada poco tiempo. El estado de Derecho es una cosa incómoda así a propósito. Se habla de que habría que retirar los clásicos contrapesos al poder -esos jueces puñeteros y el control parlamentario- porque lo exige la ciudadanía, según Sánchez y porque es práctico, según Fernando Simón. Hobbes que era de Malmesbury y no de Zaragoza sabía que la tiranía es excepcionalidad extendida. Una cuestión de plazos. La democracia agota a Fernando Simón porque es un lío monumental y a veces no te convalidan los decretos de la alarma por mucho que te los firme Carmen Calvo, que es Kamala Harris, pero de Cabra. Un lío.
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