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La tipa entró en la tienda, sacó un cuenco grande del bolso y lo fue llenando de baratijas. Anillos, pulseras, diademas, ligueros, pintalabios, medias, sujetadores, calcetines, uñas postizas, rímel, después de retirar a tirones las etiquetas… Al acabar el pasillo se dirigió a caja y ... esperó a que le llegara su turno. La atendieron con un mecánico «dime» y ella dijo, empujando el cuenco hacia la dependienta:
-Quiero devolver todo esto.
-¿Sí?¿No te ha gustado? Bien, dame el tique, por favor.
-Es de un regalo con otras cosas que sí me interesan, pero estas las quiero devolver. Mira, este sujetador tiene tres tallas…
-Sí, te entendí. ¿Me das el tique de compra, por favor?
-Te he dicho que son de un regalo, no tengo tique, pero se compraron aquí.
-Sí, son objetos de nuestra tienda, pero necesito el tique para devolver su importe.
-No tengo tique. Si sabes que son de aquí ¿cuál es el problema? (Levantando la voz, palmeando el mostrador y visiblemente enfadada).
-No puedo devolverte su importe si no me das el tique de compra.
¿Y cómo te voy a dar lo que no tengo? Se compraron aquí, cuando te regalan algo no andas pidiendo el importe.
-Perdona un momento, voy a consultar. (La dependienta, algo desconcertada y viendo llegar la bronca, se dirigió a otra, posiblemente la supervisora del establecimiento. Hablaron entre ellas, miraron varias veces a la 'cliente' y finalmente, la supervisora se acercó:
-¿Dime?
-Te digo lo que ya he dicho varias veces a tu compañera. Todo esto, con algunas cosas más, lo compraron aquí. Son parte de un regalo por mi cumpleaños, pero quiero devolverlo porque no me interesan.
-¿Traes el tique de la compra?
-No tengo tique… ¿Sois sordas?
-Pues sin tique no podemos devolverte su importe.
-¡Vaya mierda de comercio!
La tipa recogió del mostrador el bol con todos los objetos y echando pestes salió del comercio.
*
Paré para repostar en una gasolinera y un señor, al lado de una motocicleta de gran cilindrada, mono integral y casco, se acercó con exquisitos modales. Me explicó que era enfermero y que se iba a quedar sin gasolina, porque había perdido la cartera y no podía repostar. Pensé que eso puede pasarle a cualquiera y le pregunté que cuánto necesitaba. Dijo que con treinta euros tenía para llegar, que me los devolvería si le facilitaba un teléfono o una dirección. Me pareció verosímil y se los di. Días después, paré en otro surtidor y el mismo individuo se acercó… Había cambiado de profesión, de enfermero a profesor de instituto…
*
Se trataba de escenificar la inauguración de la primera fase de la alta velocidad en Extremadura y, partiendo del convencimiento de que Extremadura es tierra de confesos que siguen girando la boina ante el señorito, se montaron el sarao con un libreto de tercera y actores de primera: el presidente de la Junta, la delegada del Gobierno, el presidente del Gobierno y, para dar credibilidad al teatrillo de marionetas, la participación estelar del rey. Solo faltó, lástima, que Luis García Berlanga los dirigiera y un balcón con Pepe Isbert gritando aquello de «os debo una explicación y esta explicación que es debo…». Rieron, entre aplausos inauguraron felices y tras ellos desmontaron el escenario. No dejaron ni el sueño de la fuente con chorritos.
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