Timo

No tiene mucha lógica pagar a una empresa privada para que conserve durante años ese plasma que salva vidas, pero en todo caso lo grave no es la desaparición del dinero sino del producto. Tiene que ser descorazonador necesitar lo que un día dejaste a buen recaudo y enterarte de que no existe o, al menos, que ya no está donde debía. Cuando un banco normal (si es que hay alguno) quiebra, los Estados suelen salir al rescate poniendo pasta, porque como dice un economista muy famoso los problemas de dinero solo son problemas de dinero. Y este no es el caso.

La respuesta a esta frustración me la dio ayer uno de mis mejores amigos cuando sentenció que esto se veía venir porque, según él, es lo más parecido al timo piramidal, que aguanta mientras siguen entrando parejas que apoquinan miles de euros por conservar su sangre; y cierran cuando baja el número de clientes y cuesta un pastón mantener abierto el tinglado. Así de sencillo y así de duro.