Tiempo perdido

Pero no es ese el asunto que debería preocuparnos, da igual que Ciudadanos interrumpa su suicidio, que Iglesias consiga o no su puesto ministerial o que haya o no nuevas elecciones allá hacia finales de septiembre. No tiene demasiada importancia que el 28 de abril Pablo Casado fuese un cadáver político y que ahora el PP haya recobrado nuevos bríos. Lo que yo veo es que estamos igual que antes, que la gotera sigue cayendo en el mismo lado y que sólo por la algarabía de los pactos, por la ensordecedora ineptitud del reparto de poltronas, no la percibimos. Me refiero, claro está, al asunto catalán. ¿Qué ha cambiado después de las elecciones, de tantas elecciones, de elegir diputados, concejales, autonomías...? Nada, nada de nada. ¿Alguien ha propuesto una solución nueva e imaginativa?

Seguiremos dando vueltas a la noria, con Sánchez sin nada nuevo que ofrecer, con Casado y Rivera reclamando ciento cincuenta y cinco mil veces la apliacación del 155, con los independentistas conduciendo la burra al trigo, alimentando la sinrazón... Y, antes de las elecciones catalanas, saldrá la sentencia del Supremo. No moverá ni un voto, que no es esa la función de la justicia, pero no calmará las aguas. La que tiene que mover votos e ideas es la política y los periodos electorales deberían servir para eso, para radiografiarnos, para hacernos un scaner y discutir entre todos cómo solucionamos lo que vaya mal. Y parece que esta vez no lo hemos logrado, ni ideas ni soluciones hemos aportado. Lo único nuevo, en Castilla y León al menos, ha sido el parlamentario de Vox, esa mente preclara, García Conde. Dios nos pille confesados y nos perdone nuestros errores, sobre todo los políticos.