Tiempo de distancia
«Diremos adiós a nuestra privacidad, pero solo saldremos de esta con más democracia y transparencia»
pilar del olmo y josé antonio de santiago-juárez
Miércoles, 20 de mayo 2020, 07:33
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pilar del olmo y josé antonio de santiago-juárez
Miércoles, 20 de mayo 2020, 07:33
El mismo día en que el Gobierno de España informaba sobre el plan de desescalada, el Grupo Municipal Popular del Ayuntamiento de Valladolid presentábamos más de 150 medidas dirigidas a paliar los efectos sociales y económicos de la pandemia en nuestra ciudad. Entendemos que son ... medidas ambiciosas, contundentes, enérgicas, valientes, descargadas de ideología política y de rencillas partidistas. Se trata de acercar distancias –qué bonita y paradójica expresión en estos momentos– ideológicas para alcanzar un gran pacto, con el único objetivo de que Valladolid no se quede atrás y se recupere lo antes y mejor posible de la grave crisis socioeconómica que está dejando la enfermedad contagiosa y el prolongado, aunque necesario, estado de alarma.
Este no es el lugar para repasar las medidas presentadas, las puede encontrar el lector en www.partidopopularava.es. Pero todas han sido diseñadas para que Valladolid recobre el ritmo y el pulso previo a la crisis. Persiguen facilitar la recuperación y puesta en funcionamiento de los sectores más gravemente dañados (comercio, hostelería, etc.), así como lograr que los más vulnerables no se queden en la estacada.
El escenario futuro es dantesco. Una vez que se supere la grave crisis sanitaria, las perspectivas económicas son catastróficas. España se enfrentará a la peor crisis socioeconómica que ha vivido desde nuestra Guerra Civil.
El mismo día que salía el último paciente del 'hospital milagro' de Ifema, la ministra de Economía, entendemos que protegida por el paraguas menos pesimista, presentó las previsiones macroeconómicas del Gobierno. Según sus pronósticos, el PIB caerá el 9,2%, el desempleo superará el 19%, el déficit público el 10% y el ratio de la deuda pública alcanzará el 115% del PIB. Según la Comisión Europea, nos aproximamos aceleradamente a la peor recesión económica de la historia y España se distanciará notablemente –otra vez la distancia– de la media de la UE, ocupando el tercer puesto en lo relativo a la caída del PIB y el segundo en el número de parados.
Estos son, entre otros, los efectos socioeconómicos de la pandemia. En medicina se sabe, que muchas enfermedades dejan secuelas biológicas y, en ocasiones, psicológicas y sociales. La covid-19 no es una excepción. Dejará afecciones neurológicas, cardiacas o respiratorias y en el ámbito psicopatológico aparecerán síntomas asociados a los trastornos por estrés postraumático (ansiedad, depresión, bulimia...).
Ahora bien, la gran secuela que marcará y dominará nuestras vidas será la denominada «distancia social de seguridad o vírica». Distancia marcada por la autoridad, intentando crear una opinión pública uniforme ante la necesidad de tomar medidas extremas y reforzada por el miedo, tan útil, por desgracia, en política. En este plano se insiste en la unidad, pero se receta distancia.
Una distancia que dificultará la recuperación económica, principalmente en los sectores de la hostelería, el comercio y la cultura.
La sociedad post-covid estará marcada por la distancia y será ésta la responsable de los múltiples cambios que experimentaremos en nuestras costumbres, relaciones sociales y condicionará nuestras vidas.
Las colas para realizar cualquier gestión parecerán interminables, no por el número de personas, si no por la distancia entre ellas. Nos distanciaremos de los compañeros de trabajo a través del teletrabajo o las videoconferencias y las comidas de negocios pasarán a ser bocatas virtuales desde la distancia. También habrá distancia para los más pequeños: el tele-cole, el tele-patio, la tele-tiza o cualquier otra ocurrencia de la ministra Celaá.
Los guantes y mascarillas no podrán evitar que cualquier actividad lúdica, cultural o social esté condicionada por la distancia. Nos quitaron de golpe y sin aviso previo los abrazos, los besos y los saludos dérmicos y, a partir de ahora, nos lo impedirá la distancia. Nos han obligado a distanciarnos de nuestros muertos, despidiéndonos en la distancia de la generación que sacó España adelante.
Iremos a cenar con familiares y amigos, pero entraremos en los locales distanciados. Cenaremos entre mamparas con la distancia oportuna y saldremos en fila india, de nuevo, manteniendo distancia adecuada. Los innumerables letreros de 'no tocar', 'mantenga la distancia', 'sello de confianza' y 'covid-free' en los establecimientos no evitarán el miedo paranoide. Los que quizás lo lleven mejor serán los enfermos psiquiátricos, tan acostumbrados desde siempre a la distancia social.
La distancia nos ayudará a crear nuestras propias fronteras: rechazaremos cualquier contacto epidérmico. Nos convertiremos en una especie de Asperger, síndrome ahora tan conocido gracias la serie televisiva 'The good doctor'. La distancia alterará nuestras relaciones emotivas con los demás y, en casos extremos, nos aislaremos en el terreno afectivo.
Desde la distancia hablaremos mucho de rescate, recortes, austeridad, ajustes y hombres de negro. Las administraciones públicas tendrán que hacerse cargo de los costes del parón. Partiremos de cero, pero distanciados.
Estaremos más controlados y vigilados a través de aplicaciones para detectar contagios. Seremos socialmente más frágiles. Diremos adiós a nuestra privacidad, pero solo saldremos de esta con más democracia y transparencia Habrá estallidos y revueltas sociales y en ellos no se respetará la distancia. La ciudadanía acepta mejor los cambios bruscos sociales cuando surgen desde dentro, cuando es la propia sociedad quien los promueve, como lo fueron los cambios introducidos en la sociedad surgidos de los movimientos de los años 60 y 70 del siglo pasado y que aún perduran en nuestros días. Pero en esta ocasión, los cambios nos los trae un enemigo de fuera e invisible y, sobre todo, no deseado.
Todo este embrollo empezó en la distancia, en un mercado chino de venta de animales salvajes a los que, según parece, alguno de ellos les mordió un murciélago. Luego los chinos nos vendieron material de protección defectuoso y ahora les tenemos que comprar mamparas de metacrilato para garantizar la distancia. Nunca más volveremos a decir aquello de que «te dejas engañar como un chino».
Estamos llegando a la meta del confinamiento y la sociedad ha cambiado de himno. Hemos pasado del 'Resistiré' al 'Pero a tu lado' de Los Secretos. Parece una contradicción, pero nos quedamos con este último.
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